lunes, 4 de diciembre de 2023

Cada vez se hace más complicado.

Cada vez se hace más complicado conectar con alguien que comparta contigo todas las particularidades jamás pensadas. Cada vez se hace más complicado abrirte con alguien de cualquier forma y tener la conciencia tan tranquila de saber que nunca te juzgaría, que le confiarías hasta el secreto de la vida si fuera realmente necesario. Cada vez se hace más complicado destapar tus sentimientos frente a la persona que ha conseguido encender en lo más profundo de ti algo que pensabas apagado e incinerado. Cada vez se hace más complicado quedarse.

Es la carrera de la vida. Obstaculizando tu camino, aquel al que te aferras y crees ciegamente que es el que siempre tienes que recorrer, pero no siempre es así. A veces hay que tomar atajos por zonas oscuras y frondosas para poder escapar cuanto antes de una parte del sendero que se hace cuesta arriba. Una senda fosca y lúgubre, triste ante tus ojos, seguramente, pero que al salir, al conseguir atravesarla, te darás cuenta que ha merecido la pena acotar por ese tramo. Porque al final, en la vida como en todo, existen obstáculos que son fáciles de saltar y otros más complicados. Y es irónico saber y averiguar que los más complicados son los que menos esfuerzo físico requieren. Los complicados son aquellos que tienen que ver con el corazón. Es triste desviarte del camino en el que tu corazón quiere que avances, pero a veces, por cosas de la vida, por tu propia lógica y razón, debes escuchar a tu cabeza y decidir optar por la otra alternativa.

Y sí, duele. Duele tener que abandonar el sendero que te empujaba con aire fresco en los días grises, solitarios y eternos. Duele dejar ir a una persona con la que te sentías lleno en cada segundo, minuto, hora y día en la que hablabas con ella, pero a veces y solo digo a veces, es lo "mejor" para ti. Porque en lo más recóndito de ti, a pesar de estar tratando de olvidarte de ella, eres consciente de que a su vez también estás esperándola. Esperando que algo en ella haya cambiado, que de un día para otro sin saber por qué haya cambiado de parecer y de repente os encontrarais en ese mismo punto en el que tú creías en un principio que estabais y que un día comprobaste que no era así. Esperando algo que seguramente no ocurrirá, pero donde guardarás una pequeña esperanza. Esperando una señal, una respuesta que probablemente jamás llegará.

No siempre es culpa de uno mismo, ni siquiera de la otra persona, sino del momento. Ser esa persona para uno y otro, un apoyo, una persona que es una vía de escape de tu día a día, con la que puedes hablar de lo que sea, con tus mismas aficiones, con quien ser tú, que hoy día se hace cada vez más complicado encontrar alguien con esas características. Alguien que realmente conecta contigo, con quien crees que puede iniciarse una verdadera y bonita historia y que de un día para otro todo cae como un castillo de naipes.

Y es que no todo es siempre como está planeado meticulosamente en nuestras cabezas y es por eso que yo en casos como este acepto irme. Desaparecer. No porque no quiera estar ahí, sino porque es lo mejor para mí, para estar bien.
Soy una persona que teme al fracaso, pero fracasaré por amor las veces que hagan falta, no me importa. Te buscaré, te hablaré, estaré ahí, pero no para siempre. Y cuando ya no lo haga más, será cuando por fin me habré dado cuenta de que si no puedo ser lo suficientemente bueno para alguien por el hecho de que esté en una etapa en su vida en la que aunque ella crea que yo soy una persona que puede encajar con sus ideales, no sepa lo que verdaderamente quiere ni conmigo ni con nadie. No es culpa de la persona, como comenté antes, sino del momento. Algo que no depende de mí, ni quizás de ella. Algo incontrolable. Es la incertidumbre lo que a uno lo mata del todo y por dentro y es por eso que yo acepto irme en situaciones como estas. Porque como muy bien dijo alguien una vez, siempre debes elegirte a ti por encima de todo, ya que no puedes obligar a nadie a quedarse contigo, no eres una opción, eres un privilegio.

Y rechazo tener que estar compitiendo para ganarme el corazón de alguien. Cuando alguien llama a la puerta del corazón y dejas que entre no tiene que competir con nadie ni contra nadie y si tu cabeza está llena de dudas con alguien en concreto es porque lo estás haciendo, estás compitiendo contra ti, para que esa persona se quede aunque tú estés lleno/a de dudas y eso es egoísta. Que alguien te hable con ambigüedades cuando tus palabras con ella fueron en una sola dirección no es algo que crea que uno merezca. 
Por lo tanto, piensa en que irse a tiempo es llegar temprano a otro lado y que si algo no avanza, suéltalo y avanza tú... No puedes esperar eternamente a una persona que puede vivir sin buscarte o sin tener claro que le pasa como para saber si realmente mereces una oportunidad, aunque sea de conocerla realmente. Todos tememos sufrir y hacer sufrir a gente que te importa (o que crees que es así), pero la vida es muy corta para arriesgarse tan poco. Si sale mal te acabarás levantando más fuerte que antes, siempre es así. Y si sale bien, será de las mejores decisiones que habrás tenido en la vida.

Yo siempre seré de los que se arriesguen, porque a pesar de ser una persona muy selectiva, si de verdad me he abierto contigo y te he mostrado mis miedos, mis debilidades, mis sueños, mis secretos, mis problemas más profundos, mis aficiones, mis locuras, etc., es porque te había elegido a ti. A ti de entre toda esa gente y jamás me arrepentiré de demostrar quien soy y que es lo que quiero a una persona que yo crea que merezca la pena, porque debe ser de las cosas más bonitas que haya. Aunque luego salga mal. Porque cada vez se hace más complicado encontrar a esa pieza del puzzle que encaje totalmente contigo, pero no seré yo quien deje de buscarla.


lunes, 22 de mayo de 2023

¿Y si...?

Para mí, escribir es la mejor forma de evadirme, aunque en estos últimos meses no haya sido mi manera "favorita" de hacerlo. No porque no quisiera, sino porque me daba pánico. Miedo a remover diversas emociones dentro de mí. De hecho ya lo está haciendo mientras escribo esto, pero bueno, para mí es un comienzo, ya que en estos meses no me he visto capaz de ponerme a ello.

Para mí, escribir es algo especial, como escuchar música cuando estás triste. Algo que no haces hasta que te sientes concretamente de un modo en el que casi te ves hasta obligado a coger los auriculares y sumergirte en tu mundo y ahogarte cada vez más y más en tu tristeza, en tus pensamientos. Para algunos más y para otros menos, pero al fin y al cabo, necesario, ¿verdad?

Escribir es mi refugio, mi manera de desahogo más eficaz. Es por eso que hoy estoy aquí, para refugiarme una vez más, en mis palabras. Porque ya es hora de dejar de reprimir mis sentimientos.


En esta vida, hay días que no esperas o no deseas que lleguen nunca. Pero llegan. Y no es el fin del mundo, pero sí, seguramente, el fin de una etapa donde has sido muy feliz. Hay que quedarse con eso, como se dice siempre, con los momentos felices, que son al fin y al cabo los que más abundan, pero al final, los malos son los que siempre opacan o eclipsan los buenos. Porque en esta vida, siempre sobresale lo dañino ante lo satisfactorio. Y por culpa de esos determinantes detalles, quizás, no se valora de la forma que mereciera lo que realmente importa, que es sin tapujos, lo que verdaderamente te ha hecho estar en una nube en esa etapa, lo bueno. Algo que, sin lugar a dudas, debería aplicarme en lo personal. Por lo menos a partir de ahora, si no lo hacía ya antes, que ahora soy consciente de que no.

Y es que ahora, tras un tiempo, he conseguido ver las cosas con otra perspectiva. Con más madurez. Con más claridad. Con mas rabia. Porque hay situaciones que sé que no han sido meditadas con ese temple que verdaderamente requerían por razones totalmente extraordinarias a la situación. 

He tenido meses muy duros en lo personal y he sido partícipe en el deterioro de varios vínculos personales muy pero que muy importantes, incluso vínculos muy importantes a día de hoy a pesar de no tener ningún tipo de contacto con esas personas desde hace meses. He cometido errores con gente que para mí lo eran todo y he castigado actos que ya habían sido perdonados en su debida ocasión. He estado sometido a una angustia kilométrica prácticamente desde que comenzó este dichoso año. Un año que no tiene ni comparación con el anterior, ya que este 2023 ha dado un giro de 180º en mi vida. Y no sabría deciros si para mejor o para peor, pero por lo que llevamos de año, me inclino por lo segundo. Por ahora.

Y es que creo que he perdido más de lo que he ganado tomando según que decisiones en estos pocos meses que llevamos de año, pero sigo pensando que en aquellos momentos era como yo me sentía y que era lo que necesitaba para percibir esa calma que no tenía, recuperar ese aire. Necesitaba volver a ese sosiego y que la tormenta que arrasaba de manera vehemente en mi cabeza, cesase. Y en muchas de esas ocasiones, cesó, pero de forma momentánea, como si de un huracán se tratase. Donde parece que todo está tranquilo y de buenas a primeras, otra tempestad devasta todo a su paso. Pues así es como muchas veces funciona mi cabeza, de forma engañosa, que parece que estás bien y a las semanas, la hostia que me tendría que haber llevado en aquel instante, me llega de repente. Con retraso. Como los pedidos de AliExpress.

De todas formas, todos tenemos derecho a equivocarnos o confundirnos y más en especial cuando estás con una presión, con una angustia que no permite bombear la sangre a la cabeza con claridad para pensar en frío y tomar decisiones importantes. Con esto no quiero decir que me haya confundido en tomar algunas decisiones, que tal vez, alguna haya podido ser así, sino, a la hora de bajar los brazos, rendirme y no buscar alternativas al problema para llevarlo a otra vía y solucionarlo, en vez de arrojar la toalla, cosa que no habría hecho en condiciones normales. Porque, después de todo, es lo que he hecho, tirar la toalla con algunas personas... Porque este año con toda la mierda que ensuciaba mi mente, me he precipitado en muchas elecciones con personas importantes. Y eso ya no se puede borrar aunque ambos quisiéramos y me jode que ahora vea, meses después, que podría haber actuado distinto con esa gente porque tengo la cabeza muchísimo más despejada que a principio de año. Porque muchas incógnitas que no me permitían dormir por la noche, a día de hoy, ya las tengo resueltas. Podríamos decir que me he depurado, pero... ¿a qué precio?

Como he indicado en el párrafo anterior, todos tenemos derecho a equivocarnos, pero no a trastornar a nadie con un tema que ya es pasado. Y es que soy una persona con una ética bastante definida y en mis opciones no entra esa faceta. Y es que estoy muy arraigado e identificado con una idea que la define muy bien una famosa frase: "Querer, también es saber dejar ir".

Y es que, sinceramente, estoy escribiendo esto por puro desahogo, no para conseguir un fin. Seguramente sea uno de los textos de mi 'blog' donde peor me esté expresando, pero me da igual, yo me estoy entendiendo, que es lo que realmente me interesa.

Hay tantas cosas que se me quedan en el tintero que no sabría ni por donde empezar, pero no voy a explayarme mucho más en esto. Simplemente, añadir que ojalá todas esas personas que una vez estuvieron a mi lado y que por diferentes razones las aparté de mí o las eché de mala manera por la situación delicada que ya atravesábamos o por los instantes de fragilidad que atravesaba en mi vida, o ambas, verlas sonreír de cerca o desde la distancia, que merecéis ser felices conmigo o sin mí, sobre todo. No he sido la persona que conocisteis en estos últimos meses y solo pediros perdón si me estáis leyendo, por mis actitudes y por el triste final que hemos tenido cuando seguramente todo tenía solución, pero yo me negaba a verlo. Porque al final lo más importante es la salud mental, tanto la mía, como la del resto y más si he tenido que ver en hacerles pasar una mala temporada a gente que todavía quiero. Hay días que no paro de cuestionarme. A mí y mis decisiones, pero lo hecho, hecho está. 

Ojalá, muy pronto, levantarme un día por la mañana y no preguntarme: "¿Y si...?"








viernes, 5 de agosto de 2022

¿Alguna vez...?

¿Alguna vez os habéis parado a pensar en el cómo o en el por qué de lo que ha podido originar un cambio en vuestra mente para que comencéis a actuar y/o comportaros de forma que ni vosotros mismos podéis llegar a averiguar?

¿Alguna vez habéis pensado qué os está pasando? Como si un ente se apoderara en contadas situaciones de vuestro cuerpo y os albergara tristeza, desazón o apatía.

¿Alguna vez os habéis sentido frustrados por no saber las razones de esos cambios radicales en vosotros mismos? Rechazandoos de forma en la que queréis escapar de vosotros mismos, pero de forma inútil. Como si quisierais huir de vuestra sombra. De vuestra propia oscuridad.

Hablan de la luz, el gas, la gasolina..., pero no existe nada más caro que el tiempo. Nada así de codiciado, ni tan siquiera el amor.
La mayoría de personas no están preparadas para afrontar cambios de esas magnitudes. Muchos serían capaces de mirar incluso su carnet de identidad en busca de respuestas y aún así no las encontrarían. Porque sí, esa persona que ves en ese carnet, eres tú. Esa persona que ves frente al espejo es el simple reflejo de un individuo al que no reconoces. Es un forastero, no del lejano oeste, de tu cabeza. 
Es como una tenia deslizándose a lo largo de todo tu intestino delgado absorbiendo todos tus nutrientes y dejándote en un estado de indiferencia y fatiga.

Todos tenemos a nuestra propia tenia, a nuestro propio forastero. Tan solo tenemos que encontrar a un buen doctor que se deshaga de ese parásito o a un buen sheriff que cuide bien de los recovecos de tu cabeza para expulsar a ese ser irreconocible, a ese forastero, que merodea por tu mente.

Solo es cuestión de tiempo que surjan incertidumbres tanto pasajeras como otras que ya se queden para ocupar un espacio en vuestra cabeza. Cuestión de tiempo, la intangibilidad más cara del mercado, algo que todo el mundo ansiaría por tener, tiempo para afrontar esos cambios y ponerles un rumbo en concreto. Porque la vida está llena de cambios, como decía, cambios que si no gustan hay que solucionarlos. Porque sino, esa persona que no reconocías en un principio, puede llegarte a ser más familiar de lo que crees.

jueves, 4 de noviembre de 2021

Adiós, supongo.

Las despedidas son siempre complicadas. Y más cuando no sabes que lo estás haciendo por última vez.
¿Cómo actuaríais vosotros si supierais que estáis diciendo adiós a una persona por una última vez?
¿Volveríais atrás para poder evitar esa situación o para cambiar algo? ¿No os da miedo pasar una última velada con alguien y no saber que ese será el último recuerdo o momento bueno con el o ella?
Al final estas preguntas son totalmente inútiles. Inservibles. Qué más dará ya, ¿no? Una vez hecho no hay manera de poder revertirlo. Por fortuna o por desgracia.

A mí personalmente me hubiera gustado volver en el pasado en más de una ocasión. Sobre todo ahora. Habría actuado de otra forma. A veces, hacer las cosas de forma precipitada no te llevan a ninguna parte. Como es en este caso donde me encuentro en medio de la nada, con un pie en el fango y el otro en tierra firme. Con un pie en la acera y el otro en la carretera, pero a sabiendas de que en cualquier momento puede pasar un coche y arrollarme sin piedad.

La vida siempre acaba arrollándote de una forma u otra, por pura inercia. Te sumerge en un remolino de desgracias o de alegrías. Solo hay que encontrar la forma de enfrentarse a las tempestades buenas y a las malas. Todo conlleva sus propios obstáculos, pero con el inconveniente de no poder escoger el nivel de dificultad a tu gusto como si de un videojuego se tratase.

Yo creo que me encuentro en un punto donde no sé si estoy en nivel experto o en nivel principiante. Por unos momentos me parece todo muy sencillo pero a la vez muy complicado. Últimamente he tenido que tomar decisiones especialmente complejas. He decidido actuar con sesera y no con ceguera.
Uno al final siempre tiene que tirar por sí mismo porque aquí, en la vida real, nadie tira por ti. No hay un cochero con su magnífico carruaje esperando el momento perfecto para tirar del carro por ti. 
La vida no es un cuento de hadas ni tampoco una película de comedia romántica. La vida es y seguirá siendo un carrusel de emociones donde saber gestionarlas está y seguirá estando al alcance de muy pocos. 
Porque vivimos en un mundo donde sentir algo de verdad por alguien te lleva más a huir de la persona y de la situación por miedo a enfrentarse a ese tipo de sentimientos que a apostar de verdad porque pase algo bonito.
Porque vivimos en un mundo donde la sinceridad parece más un defecto que una virtud.
Porque vivimos en un mundo donde las personas para darle el valor a algo que de verdad lo merece primero haya que perderlo antes.
Porque vivimos en un mundo donde nunca sabes cuando será el último recuerdo bonito que tendrás con alguien que de verdad te importa.

Por eso y solamente por eso me es tan complicado tomar muchas de las decisiones que rondan por mi cabeza. Porque si de verdad hay algo que me aterrorice es no saber cuando te estás despidiendo de alguien. El no saber que ya no habrá más risas o instantes con esa persona. Y yo, creo que ya lo he hecho. Prácticamente sin haberlo esperado. Creo que ya he dicho adiós a esa persona sin ni tan siquiera haberlo imaginado. Simplemente, no me gustan las despedidas.
 




miércoles, 6 de octubre de 2021

Muros, murallas y lugares deshabitados.

Como el muro de Berlín o la gran muralla China separando y alejando poblaciones. 
Como la estepa siberiana, la frondosidad del Amazonas o la densidad de las dunas del Sahara, inmensas y majestuosas, pero capaces de reflejar de forma idéntica un paraje deshabitado en miles de kilómetros cuadrados. 
Es irónico pensar que unas construcciones que estaban ideadas para dividir poblaciones requiriesen la unión de tantas personas para llevarlas a cabo. Como también resulta irónico que paisajes como los mencionados anteriormente sean lugares tan frecuentados por tantas personas al año, pero donde muy pocas deciden pasar sus vidas.

Esto también ocurre con las personas. Construyes vínculos, algunos más duros y férreos que cualquier muro o muralla o material existente en este, nuestro planeta. Pero luego, de un momento a otro, ves como de alguna forma ya sea externa o interna los cimientos comienzan a tambalearse del mismo modo que un adolescente de fiesta un sábado en cualquier taberna de mala muerte. Todo comienza siempre del mismo modo, con un breve tambaleo que queda en nada, en un efímero seísmo. Pero el vínculo ya no parece indestructible. Tampoco parecía el Titanic "insumergible" y todos sabemos cual fue su aparatoso destino.

De todos modos, los tambaleos no siempre son malos. Puedes reforzar la zona dañada o dejarlo pasar. Cuando haces lo segundo en el contexto de vínculos personales el final suele ser el mismo que tuvo el muro de Berlín. Un muro que acabó derribado. Fue derribado de forma pacífica, pero derribado. Y ahora es uno de los lugares más ilustres y emblemáticos de la capital alemana, pero quedó ahí, en un recuerdo. Y no un recuerdo bueno. Porque los muros se pueden ver aparentemente como algo firme y estable, difícil de derribar o sobrepasar, como muchos vínculos sanos y reales de hoy en día que puedes mantener con una pareja, familiar o amigo, pero también es signo de disputa y división. Un muro que divide o separa personas no es paradigma de algo bueno.

A lo que quiero ir a parar es que los vínculos son un arma de doble filo. Puedes construir algo bonito con alguien y de la nada irse a la mierda. Los vínculos que son fuertes pueden ser indestructibles. Pero si no lo son... Por mucho que vuelvas a intentar construir ese mismo vínculo con alguien no será en la mayoría de casos del mismo modo. Será diferente. Todo lazo con alguien tiene su historia. Por lo que si derriban tu propio muro de Berlín, tu vínculo con alguien, por mucho que trates de volver a rearmarlo, a levantarlo, a construirlo... No volverá jamás a ser aquel muro, aquel vínculo que una vez pareció ser infranqueable. Será lo que tú quieras que sea, pero jamás eso que una vez fue.

Por ello, en algunas ocasiones, lo mejor para que ese vínculo no se resquebraje del todo es dejar ir, poner distancia con la persona como si en la estepa siberiana te encontraras y así localizar y conocer cuál es tu rumbo, tu propio destino. 
Porque una huida a tiempo es sinónimo de victoria. 
Pero... ¿Y si la persona no deja que te vayas? Bueno, siempre está bien sentirse querido y se puede tener en cuenta. Cada uno es libre a la hora de escoger su propio destino, pero en términos generales hablando sobre mi persona, mi corazón ahora mismo es un desierto. Tan gélido como la estepa siberiana. Y como mencioné al principio de este texto, son lugares donde pasan muchas personas a lo largo de los años, pero donde muy poca gente se queda. 
Mi corazón, como estos parajes, permanece igual. Deshabitado.





jueves, 15 de julio de 2021

¿Qué es hacer lo correcto?

Uno se acaba aburriendo de lo mismo de siempre. De la monotonía, imagino. De que todo sea una consecución de sucesos repetitivos incapaces de saciar mi alma errante.
¿Qué ocurriría si de repente apareciera algo o alguien que te cambiara el rumbo? Que con ello todo tornaría a nuevas experiencias y nuevos aires. Nuevas esperanzas, cuál barco a la deriva a la espera de encontrar la luz de un faro en el horizonte con la misión de reconducir su recorrido en la dirección correcta.
Pero... ¿Qué es la dirección correcta? O mejor, ¿qué es hacer lo correcto? ¿Lo que te hace sentir bien a ti o lo que le hace sentir bien a la gente que tú hagas? Puedes hacer mil cosas que te pueden hacer sentir mejor que nunca, pero a sabiendas de estar en el ojo del huracán, en el foco de la crítica o siendo protagonista de cientos de murmullos y chismorreos. Sin mencionar aquella gente que se pasa el tiempo alterando los acontecimientos a su libre albedrío y antojo para que suene peor de lo que puede llegar a parecer. De un momento a otro te puedes convertir en la comidilla del pueblo por cosas que ni siquiera has hecho o en el puto amo por cosas que tampoco has llegado a hacer.

Hacer lo correcto se ha convertido en un concepto muy subjetivo. A un número determinado de personas le pueden parecer genial tus actos, pero en cambio a muchas otras no.
La única conclusión que saco es que aunque hagas lo que tú mismo quieres hacer, nunca parece que vaya a ser lo correcto para todo el mundo. Ni siquiera para ti. Con esto último me refiero a lo que yo llamo "presión social". La presión social ejerce un empuje en la mente de la gente aterrador. Haciéndote creer en muchas ocasiones ser incapaz de poseer una opinión propia acerca de un tema o situación concreta por no ser tú el único que piense distinto al resto. La capacidad de muchas personas para influenciar en la mente de otras tantas es impresionante al igual que estremecedor. A día de hoy es muy complicado encontrar gente con opinión propia. Parece desmesurado que diga esto, pero es la pura realidad. Es muy sencillo tener tu propio pensamiento sobre algo, hasta que aparece la dichosa presión social, haciendo que en muchas ocasiones se desbarate todo.

Y no es solo la presión social, sino también la forma en la que una persona puede llegar a modificar totalmente un hecho o suceso de manera que haga creer a todo el mundo que ha sido de ese modo porque él/ella lo dice así. Sin prueba alguna. 
Uno de los grandes fracasos de esta sociedad actual es darle más credibilidad a la gente que cuenta los hechos como ellos quieren que a los mismos protagonistas de los acontecimientos sin darles la oportunidad de tan siquiera defenderse o explicar el suceso. La gente suele tender a quedarse con lo primero que escucha ya sea una gran verdad o en este caso una gran mentira.

¿Y qué quiero decir con todo esto? Simplemente que se le deje a la gente ser feliz con sus propias vidas, sin pasar tres cuartas partes de la tuya criticando la de los demás por hacer cosas que tú quizás en la tuya no toleras. Es muy complicado ser feliz en una sociedad que constantemente te pone en el punto de mira por rodearte de personas que no crean que te convengan o por hacer cosas insignificantes que les dan un valor más grande del que en realidad se merecen.
Estamos en la generación de los "piel fina", en la de los "moralistas" y en la de los que si no te gusta la fiesta te convierte en un rarito marginal, por poner unos cuantos ejemplos.

El tiempo se agota, el atardecer acecha el fin de un nuevo día. Un día más, similar al anterior. La pesadumbre recae entre mis tensos hombros mientras el silencio gobierna a mi alrededor. Todos los días son iguales y lo peor de todo es que la gran mayoría de personas también lo son.




domingo, 28 de marzo de 2021

Hay veces.

Hay veces donde la mejor excusa está en poner de obstáculo a una persona para no enfrentarse a la dura realidad. Hay veces que es mejor no mirar el reloj hasta que la noche acabe. Hay veces que se necesitan señales para perder ciertos miedos.

Cada persona escribe su propia historia mientras recorre su camino pertinente. Hay veces donde tu propio camino se puede cruzar con el de otra persona y recorrerlo juntos durante un determinado tiempo o incluso para toda la vida, pero siempre con la vista puesta al frente. De nada vale girarse y admirar el camino que has ido forjando con el tiempo para luego caer en la melancolía y estancarse en el pasado.

Sin ataduras puedo decir que no se puede vivir eternamente del pasado esperando que en un futuro te pase algo similar a lo ya vivido. Cada día es una experiencia nueva adquirida. Cada día se saca algo de valor para convertirlo de forma consciente o inconsciente en algo que te puede servir en un porvenir. Es algo bastante habitual el pensar que ya no se volverán a vivir ciertas experiencias y la mayoría de las veces se puede estar en lo cierto pero eso no es sinónimo de que por ello no se puedan venir experiencias mucho mejores.
Yo sé que jamás volveré a vivir muchas de las cosas que he vivido a lo largo de los años.

Habrá veces que llegarán instantes donde caminar solo será una dificultad añadida porque no sabrás hacerlo solo. Habrá veces que elegirás a tu "compañero de recorrido" de forma errónea por el hecho de no querer caminar en soledad y así no tener que enfrentarte a ti mismo. Habrá veces que harás mucho daño a ciertas personas por hacer exactamente eso.
 
Hay veces que caminar solo y divagar junto a tus pensamientos no está nada mal. Librando tus propias batallas interiores para poder alcanzar así una paz incondicional. Porque es muy injusto y egoísta incluir a una persona en tu vida para que luche por ti contra tus inseguridades o discrepancias sociales en lugar de hacerlo tú y solamente tú.

Porque simplemente habrá veces que serán veces. Veces que serán una Odisea o un puro trámite, pero siempre para acabar plasmando lecciones notablemente considerables para uno mismo. 



domingo, 31 de enero de 2021

Arcoíris grises.

Dicen que al igual que el arcoíris aparece tras una tarde lluviosa, la alegría reaparece tras la tristeza.
Si esa frase es cierta, supongo que yo continúo en una tarde lluviosa constante. Esperando a que aparezca el arcoíris. Mi arcoíris. 
Pero lo único que contemplo en el horizonte son arcoíris sin colores, sin alegría. Liderados por una escala de grises cromáticos. De más claros a más oscuros. Grises foscos como la propia noche y grises diáfanos como el cristal. 

No encuentro el momento de salir de la tempestad y afrontar la calma que ésta deja. ¿Para qué? Es un bucle absurdo. Tras unos instantes de calma, aparecerá otra tempestad que afrontar.
Llevo más de lo que nunca quise sin ver esos colores que predominan en los arcoíris. Sin sentir la alegría y energía que esos lúcidos colores emanan. Sin percibir en la esencia del viento otra cosa que no sea ese místico y a la vez común olor a "tierra" antes de la tormenta. Un perfume almizclado, fresco, húmedo y por norma general agradable que se impregna en la atmósfera en ese instante previo al desencadenamiento de un aguacero.
Como he mencionado anteriormente, tan solo veo grises. Quizás sea porque me falta algo para obtener esa felicidad que no acabo de hallar. No me puedo quejar mucho de lo que tengo, pero siento que me falta algo. Siento que soy un viejo puzzle que nunca podrá completarse porque una vez alguien perdió una de mis piezas. Para siempre.
Lo que más impotencia me da es esa sensación de saber donde encontrar esa pieza. Pero a la vez, tener conciencia de no depender de mí el volver a poseerla. 

Es más rebuscado de lo que parece. La impotencia que causa el conocer lo que me falta pero no poder conseguirlo. Probar con otras piezas que al final siempre acaban siendo deficientes. No encajan. No encajan conmigo. O yo no encajo con ellas.

Mis arcoíris son grises, pero en el fondo de la más grisácea oscuridad, sé que algún día encontraré esa pequeña parte de mí que una vez perdí por incompetente.



viernes, 8 de enero de 2021

Microrrelato: El caso de Alma Kollár.

Era una tarde de invierno cualquiera en Bratislava (Eslovaquia). Los copos de nieve descendían de una manera parsimoniosa.

Alma, la hija de Ján Kollár, un conocido escritor del país, era una apasionada de la escritura, al igual que su padre. Tan solo pensaba en corretear y pintar con su nombre todas las paredes de la ciudad, era uno de los objetivos que se había prometido cumplir antes de crecer y convertirse en adulta. Su padre siempre le repetía las mismas palabras: “Alma, debes tener objetivos más profundos en esta vida”.

Aquella tarde, se le hizo pesada a la pequeña. Acabó accediendo a una de las callejas menos transitadas de su barrio. Un escaparate, que aparentaba haber salido de un circo, se hacía notar en las angostas calles que la rodeaban.

Alma, muy inocentemente tras plasmar su sello personal, en una de las paredes, se volteó al escaparate y quedó totalmente perpleja tras lo que acababa de ver. ¡Era ella misma pero en versión muñeca!

A Alma, le recorrió un escalofrío, quizás de excitación, al percatarse de tal hecho. Acudió apresuradamente a hundir sus mejillas en el reluciente y a la vez tétrico escaparate para admirar más de cerca la muñeca que la observaba con una mirada vacía y apática.

La curiosa niña, terminó por culminar su entrada a la tienda arrojando al suelo otro muñeco que iba en un triciclo rojo. La muchacha, se detuvo a amparar el juguete, que pareció por un momento tratar de huir de tal local, aunque a ésta, poco le pareció importar, ya que toda su atención iba enfocada en encontrar a esa misteriosa muñeca.

No pareció por ningún momento que hubiera nadie, eso la inquietó poco. Miró hacia los lados y perdió de vista su clon en versión muñeca, pero no tardó en volver a encontrarla. Estaba en un estante.

Alma comenzó a escalar por el estante. No logró alcanzar a la muñeca en su primer intento. Ya se intuía que si no se daba prisa, esa pequeña hazaña iba a convertirse finalmente en una Odisea. 

El estante estaba formado por una docena de baldas en la que cada una de ellas se encontraba totalmente infestada por decenas de muñecos. Muchos de ellos incluso comenzaron a parecerle rostros conocidos a la joven...

Pero Alma continuó en su empeñó. No sabía por qué, pero necesitaba tocarla, sentirla con las yemas de sus pequeños y rechonchos dedos. Clavó su mirada una vez más en esa curiosa muñeca, en esa que tanta similitud tenía con ella. La muñeca continuaba en su sitio, esta vez no iba a perderla de vista. No lo permitiría. Cogió una butaca y la puso en la mesa de costura. Se subió en ella y se abalanzó hacia el estante clavando sus rodillas en la cara de uno de lo muñecos que se situaban en las baldas. El resto de muñecos parecían mirarse entre sí como si se preguntaran que era lo que estaba haciendo la pequeña.

La chiquilla, se abalanzó hasta la última balda y clavó de nuevo sus rodillas en la cara de otro muñeco. Suspiró e inclinó su cabeza hacia arriba. Estaba muy cerca. Incluso si estiraba del todo el brazo, podría llegar a tocarla. Y así lo hizo... estiró lo más que pudo su brazo derecho y por unos momentos, pareció rozarla. Entonces en ese momento, un silencio sepulcral se adueñó de la habitación. Alma no podía moverse. Trató de girarse sobre sí misma, pero solo quedo en lo que se temía, en un pobre intento. Se había convertido en la muñeca que con tanta ansía quiso alcanzar. El sosiego gobernaba ese lúgubre lugar. 

Una respiración nerviosa se apoderó de ella. A Alma le invadió el pánico, pero no podía hacer nada ya. Solo le quedaba esperar. Admirar. Posiblemente, sería la muñeca que siempre quiso alcanzar. Se había convertido en una muñeca más. Para siempre. Como el resto de muñecos que habitaban en ese maldito estante. 



viernes, 20 de noviembre de 2020

En alta mar.

Izando velas. Así me encontraba hace unos meses. Tomando un rumbo más ligero y dinámico en mi periplo. La inmensa versatilidad del mar, de mi propio océano, daba lugar a un espectáculo de un constante vaivén de olas chocando contra el casco del velero.

Una vez izadas las velas, el velero se abrió camino entre las aguas de ese inmenso océano. El cielo estaba cubierto por una calima profunda dejando el horizonte menos nítido de lo habitual. 

Cuando quise darme cuenta, me situaba en alta mar. Navegando sin rumbo pero a una velocidad endiablada. Las gotas que se esparcían por la pequeña cubierta tras romper las olas contra el casco del velero también parecían deslizarse sin rumbo alguno. Al igual que yo.

El tiempo no aparentaba pasar deprisa. Algunos días veía la luna asomarse de vez en cuando entre la penumbra, pero no lograba averiguar en qué fase lunar se encontraba nunca. Tan solo captaba el brillo de ésta en las calmadas aguas de ese tenebroso océano al oscurecer.

Por unos instantes, me paré a pensar en lo diferente que habría sido esta odisea con grumetes, tripulantes y demás ayudantes. Lo distinto que se vería todo con algo que no fuera tan solo agua y agua y más agua a mi alrededor.

Estar tanto tiempo en soledad no me hacía demasiado bien. Da mucho que pensar. Es una sensación de agobio y pesadez. De melancolía y tristeza. De indiferencia y soledad. Sobretodo de soledad.

Y es que lo que no sabía era que estaba surcando un mar de pensamientos. Mi propio mar de pensamientos. Lo estaba haciendo solo. Sin retorno.

Que está muy bien navegar en soledad. Aventurarte en tu mar de pensamientos y llegar hasta lo más lejos. Pero recuerda volver. Porque si no recuerdas el camino de vuelta, tu propio mar de pensamientos puede envolverte hasta el punto en el que ya no puedes salir de ese bucle. De ese océano. Como me ha pasado a mí. Convirtiéndome en otro náufrago más de sus propios pensamientos. 



martes, 7 de julio de 2020

Noche estrellada.

Son las cuatro de la mañana y he salido al balcón a mirar las estrellas. La noche es cálida y el cielo está raso y estrellado.
Me he tumbado en el suelo a admirar los astros que hoy se dejaban ver en el horizonte.

No sé mucho de estrellas, pero siempre están ahí, no se mueven. En el mismo lugar.
¿No se cansarán de permanecer milenios y milenios sobre nuestras cabezas? ¿De ser parte de la misma galaxia o de alojarse en lo más profundo del universo mientras se van apagando poco a poco?
¿Si tuvieran libertad de movimiento, continuarían ahí o se irían a otra parte?

Yo no soy ninguna estrella. No brillo. Ni tampoco estoy por encima de todo el mundo. Ni tan siquiera, cuando mires arriba voy a estar ahí para ti.

Lamentablemente no pertenezco al firmamento ni soy parte de una preciosa constelación.
Lo único que tenemos en común las estrellas y yo es que ambos permanecemos a años luz de ti. 
Prácticamente inalcanzables.


martes, 23 de junio de 2020

Ese lugar llamado "amor".

No tenía ni idea. No tenía ni idea de que en tan poco tiempo mi vida pudiese cambiar tanto. Cambios. Solamente eso.

Atrás habían quedado ya esas promesas que jamás se cumplieron y que jamás se cumplirán. Atrás quedó ese sufrimiento que enfrentaba mi mente contra un corazón inquebrantable lleno de amor y alegría ahora en manos de otras personas tratando de pegar los pedazos de éste. Esas personas, mis amigos, quienes me han hecho darme cuenta de lo que realmente vale. Habían conseguido sacarme de esa fosa kilométrica donde mi alma emanaba sus últimos suspiros. Un lugar frío y ausente donde mis recuerdos eran el único aire que se respiraba. Una brisa tóxica que en cada inspiración moría una pequeña parte de mí. Sentía como mi alma iba pudriéndose en la nada y que ese lugar totalmente yerto iba a amarrarse a la poca vitalidad que desprendía.
Y es que lo peor de todo es que ese lugar fue una vez un lugar llamado "amor". Ese lugar no existía ya en mi cabeza, pero gran parte de mi alma solía llorar en ese inhóspito e inexistente lugar continuamente. Pero solo una parte, porque la otra restante se la había llevado ella. Me la había robado.

Cada noche era un mundo, ni siquiera la luna y las estrellas salían ya como acostumbraban. Ya no se escuchaban esas risas ni ese dulce olor de ese perfume que tantas veces me había parado a oler.

El ambiente era cargado y el paisaje casi tan oscuro como el azabache. Un lugar putrefacto y nauseabundo que ahora me daba entre asco y pánico volver a retomar. Ese lugar al que llaman "amor", no existe. Es un espejismo digno de un desierto. No existe, o puede que sí, pero en mi mente ya no. Y si una vez existió, ya está muerto. Y es que creo que ya empiezo a comprender por qué mi alma acude a menudo a llorar a ese inerte lugar, a ese cementerio. Para continuar manteniendo el luto y llorarle unas últimas lágrimas a un sitio y un sentimiento que una vez llamé "amor". Y como digo con los difuntos: "No volverá, se fue para siempre, pero jamás será olvidado".


domingo, 21 de junio de 2020

Pasos muertos.

Las noches comienzan a hacerse largas. Mientras la frescura de las noches primaverales emprenden su adiós, brota de la nada un frescor dentro de mí con un regusto a despedida.

No puedes irte a ninguna parte, pero la persona que una vez fuiste, empieza a desvanecerse. Tan sólo me queda decirle adiós. De una forma fría como el rocío en las noches de invierno. Fría como tú.

Aún puedo ver a través de mi ventana tu silueta diáfana, apunto de atravesar el más allá, vagando por un bosque lóbrego donde el suelo se encuentra alfombrado por agujas de pino ya secas. Caminas por lo yerto. Por alguna razón te habías muerto dentro de mí, siendo yo incapaz de hacer nada para remediarlo.
Prácticamente habías fallecido en mis manos.

Hice lo imposible por subsanar mis temores. No hubo solución ante semejante ecuación. Mi cabeza no era capaz de calcular el daño irreparable que íbamos a causarnos. De todos modos, lo intenté. Pero nada.

Cogí aire y me sumergí en mis pensamientos. Tratando de buscar y encontrar una forma en la que revivirte. En la que revivir a la persona que una vez fuiste.

Solo encontré un vacío colosal.

Finalmente, tuve que conformarme con aquellos lejanos recuerdos que guardaba a tu lado, para poco después ahogarme junto a ellos.

No pude hacerte regresar. Por eso, desde entonces, yazco aquí, junto a tu silueta. Una silueta traslúcida y casi fantasmagórica.
Es lo único que me queda de ti. El molde de lo que una vez fuiste. Porque ahora, soy incapaz de reconocerte. No sé quién eres.

Temo no saber quien eres, pero aún más, no poder recordarte.



miércoles, 25 de marzo de 2020

Reflexión Coronavirus

El coronavirus no ha hecho más que patentizar lo vulnerables que somos como especie.

Hemos invertido mucho en guerras y poco en educación, salud y medicina y no demasiado en material hospitalario y demás necesidades básicas. Así es la realidad.

Hemos olvidado lo básico, hemos descuidado lo realmente importante, hemos perdido la cercanía con nuestros amigos, familiares, parejas, por la cuarentena y hemos perdido absolutamente todo aquello que nos hacía felices a diario.

¿Estamos haciendo lo correcto para sobrepasar todo esto?
Esta situación a la que estamos expuestos, viendo lo que está ocurriendo, percatándonos no solo de la mala gestión del Gobierno en esto, sino de todos nosotros por inconscientes, sólo demuestra que no. Que no estamos preparados. Que no tenemos ni idea de la gravedad del asunto. Que hay mucha gente que se lo toma a cachondeo, pero que solo hay que echar la vista a Madrid y observar por ejemplo como IFEMA se ha convertido en un hospital improvisado o recientemente como el Palacio de Hielo se ha transformado en una morgue.
Que nos sirva de ejemplo lo sucedido en China o en Italia. Hay que quedarse en casa.

La única beneficiaria de esto es La Tierra. Nuestro planeta. Le ha venido bien un descanso de la lacra humana. Se ha detenido por un instante el mundo humano y ha vuelto a rodar el de la naturaleza. La vida se abre camino. Un descanso que esperemos que sirva para que se regenere al menos un uno por ciento de lo que no se habría recuperado si hubiera seguido todo como antes. Que al menos esta pandemia sirva para algo útil. Para cuidar nuestro planeta en un futuro no muy lejano.

No sabemos que está pasando, pero con unión y actitud, saldremos adelante.

jueves, 5 de marzo de 2020

Reloj de arena.

Que frágil es a veces un sentimiento tan “simple” como la felicidad. No es fácil que perdure en el tiempo. Podría definirse como inestable, al menos en mi.

Es frustrante que un día como ayer fuese tan feliz y hoy sienta como el mundo se me cae encima. No es justo del todo.

No me gusta comenzar de cero. No me gusta que un día sea feliz y al día siguiente esté completamente compungido. No me gusta esta sensación.
¿Por qué la felicidad es el sentimiento más efímero que conozco?

En mi cabeza rondan cosas. No pocas. Soy una persona de dar doscientas mil vueltas a todo, cómo si de un molino me tratase. Pero es así, cada uno es como es y mi perdición es la de pensar y masticar las cosas mil veces hasta que me quedo tranquilo.

Que sé yo si merezco todo lo que tengo o todo lo que me ocurre. ¿El destino? Bueno. Cada uno que haga su pronóstico.
No es que me haya ocurrido nada fuera de lo común, si no que se avecinan cambios bruscos en mi vida y no quiero.
El círculo de confort quizá. Estoy muy cómodo en él. Pero no me supone un obstáculo salir de él. Bueno, corrijo. Hace unos meses no, ahora sí.

No quiero estos cambios ahora. Justo cuando mejor me siento. Cuando todo me estaba yendo de maravilla. Cuando he conocido personas que no olvidaré en la vida.
A lo mejor otros sentimientos son los que me aferran a estas tierras. No es momento de marchar. Circunstancias de la vida. Pero todo parece indicar que así será, que habrá que hacerse espacio en los recovecos de la profunda oscuridad que probablemente invadirá mi ser en los próximos meses.
Que no se acaba el universo, pero sí mi mundo.
Quién sabe si podré salir de una pieza de esta, pero el que no lo intenta es porque no quiere.

Sólo yo entiendo lo que estoy anotando aquí y eso es lo que lo hace más especial.
Ojalá no tener que pasar por esto, porque no quiero. No quiero volar alto hacia lo nuevo y desconocido. No quiero desaprovechar más el tiempo. Siento que se me acaba. Que la arena ya se va quedando en el fondo del reloj. Quiero subsistir aquí donde estoy un poco más. Para terminar de entrelazar mis caminos futuros, y poder seguir siendo feliz una vez más. Contigo.


sábado, 30 de noviembre de 2019

Entiéndelo.

Que la edad es un número. Que la madurez no va de la mano junto a tu fecha de nacimiento. Que sólo tú sabes lo que hay en tu mente.

Una mente donde las decisiones tomadas no son siempre las más apropiadas, pero en muchas ocasiones si son las correctas. Aunque siempre quedará un alma herida por el camino. No se puede complacer a todo el mundo. 

Resulta interesante observar cómo la sociedad actual hace una evaluación exhaustiva de los pensamientos que pueda llegar a tener una persona, analizando e indagando profundamente en ello sin tener ni puta idea de nada. Las cabezas de las personas son complicadas de entender. Yo por ejemplo sigo sin discernir entre las buenas decisiones y las malas. Y es algo que me preocupa desmesuradamente. El saber si haces daño a alguien o no con lo que estás haciendo es posiblemente una de las peores sensaciones que puedes padecer.

Y es que la madurez no es comportarte como un adulto. Tampoco lo es ser más mayor que alguien. Madurez es ser responsable de tus decisiones, de tus actos y acciones. Aprender a diferenciar entre lo bueno y lo malo. Reaccionar ante una situación abrupta de manera que nadie entre en pánico. Madurar es ser como tú quieres ser, sin importar el resto. Tolerar opiniones ajenas de cualquier tipo.

Nunca pienses que eres algo que tú sabes que no eres. Nadie te conoce mejor que tú mismo. Valórate y valora lo que los demás hacen por ti si es que realmente lo sientes. No dejes que una gran bola de mierda te atropelle y que así seas incapaz de escapar del abismo. 

Siempre podrás ser un payaso, o un capullo en público. Dejando deteriorada tu imagen para algunas personas que no saben ni cuantos planetas hay en el Sistema Solar. Pero siempre habrá alguien que trate de conocerte y a la vez, que profundice en tus pensamientos. Que llegue a darse cuenta que por hacer el loco la mayoría del tiempo, no signifique que no tengas la cabeza amueblada. 

Porque esas son las personas que merecen la pena. Las que saben que puedes ser un auténtico gilipollas pero con la capacidad de revertir una situación de mierda.

Porque si te detienes a hablar conmigo, podrás hablar de mí al resto con la seguridad de haberme podido conocer algo más que haciéndolo sin tener ni puta idea de quién soy.

Maduro/a. ¿Realmente lo eres?

viernes, 15 de noviembre de 2019

Vive viviendo.

A veces ni cuestionándonos a nosotros mismos, somos capaces de lograr llegar a una conclusión precisa acerca de lo que significa la vida para muchos.

No es sencillo buscarle un significado a una palabra que abarca tanto. Y que a la vez, contiene múltiples significados. Siete mil quinientos cincuenta millones de significados tiene aproximadamente esta palabra. Cada persona, aportando su granito de arena, logra alcanzar su propio concepto.

No vengo aquí buscando el sentido de la vida. Pero sería cautivador el intuir el sentido que vosotros le dais a algo tan valioso como lo es la vida.
Como bien dijo Confucio, “la vida es realmente simple, pero insistimos en hacerla complicada”. ¿Por qué? ¿Por qué nos gusta complicarnos tanto la vida al ser humano?

He conocido mucha gente y cada uno con experiencias distintas. Algo natural. Pero en lo que todos coinciden es que en algún momento de su existencia, se han obstaculizado así mismos. Y yo me pregunto, ¿de verdad somos tan inútiles de hacerlo? La respuesta es un redondo sí. Lo somos. Estamos destinados a tropezar no una ni dos veces en la misma piedra, sino cientos de veces. Nuestra mente nos obliga prácticamente a ello.
Es como cuando compramos un aparato electrónico, que sabemos que en unos años quedará obsoleto por el avance de la tecnología y aún así lo compramos sabiendo que en meses o años saldrá un producto al mercado mejor que el que adquirimos anteriormente.

Pues desplazando este último ejemplo a la vida real, existen muchos casos en donde sabemos que vamos a cagarla pero que de todos modos decidimos seguir adelante y cagarla a conciencia. En este caso sabes que la estás cagando y sigues adelante, cuando si paras a reflexionar unos segundos puedes percatarte de los errores que puedes estar cometiendo. Pero no, no todos lo hacemos. Yo incluido. 
Somos como máquinas ya programadas para cagarla en algún momento de nuestras vidas, para luego quedar obsoletos en la vida de algunas personas, provocando así que éstas personas encuentren otras máquinas de cagarla mucho mejores que nosotros.

Si en algo se parecen la tecnología y la vida, es que ambas avanzan a pasos agigantados e inmensurables. Quizás en un futuro, haya máquinas que funcionen mejor que las de ahora. Quizás en un futuro, haya gente que funcione mejor que las personas de ahora.



miércoles, 19 de julio de 2017

Me gustan las noches de tormenta.

Me gustan las noches de tormenta. Ver caer los rayos en el horizonte, escuchar la lluvia golpear con dureza la tierra húmeda del campo o simplemente verlo desde la ventana apoyando mi cabeza sobre mis manos.
Me gusta ese olor estremecedor que deja una vez que ha cesado. Frescura.
Me gusta el sonido de los truenos que acechan en el cielo como si del juicio final se tratara.
Pero la mayoría de las veces la verdadera tormenta no está en el exterior de mis ventanas. No escucho los truenos apoyado en mi alféizar ni quedo expectante a la espera de que un rayo ilumine la oscuridad de la noche.
La verdadera tormenta está dentro de uno mismo.
Los pensamientos se aglomeran de tal manera que golpean en mi sesera como si de truenos y relámpagos se tratasen. Sin un ápice de margen para difuminar mis ideas.
Partiendo del aburrimiento infinito, te paras y piensas. Quizás alguna que otra vez en lo más profundo de ti mismo. Recorriendo tal vez recovecos ya olvidados. Pero no iba a eso.
En el interior de todo el mundo subyace una pequeña tormenta, a veces incluso tan grande que puede ser capaz de desembocar en el exterior. Pero normalmente no es así.
La vida está plagada de tormentos. De problemas, de comidas de cabeza y de surrealismo.
Quizá mis tormentos vengas de algún lugar, no se de donde, pero ya no se si soy tan bueno como antes. Y no me refiero a bueno en el sentido sajón de la palabra, sino a bueno en todo en particular. Dudo que sea todo un campo de rosas como hace unos meses. Sigue todo genial, si. Pero un cierto aroma a muerto se palpa en el ambiente. Yo lo noto. Me conozco muy bien.
Hay muchas cosas que han cambiado. Cosas que hasta hace bien poco tiempo me daba igual que no acabaran yendo a ningún sitio, pero me entretenía y reía con ello. Ahora ha acogido un regusto entre amargo e insípido. La esencia ha cambiado, ya no es la misma.
Hay muchas cosas que han cambiado. Cosas y personas. Pero no son temas paralelos.
He atravesado tormentas peores, y si aún estoy a tiempo, trataré por todos los medios que esta también cese. Quiero ese olor a frescura que deja una tormenta veraniega tras su acabose.
Me gustan los rayos, los truenos, la lluvia. Me gustan las tormentas. Pero no en mi interior.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Hoy hace un año...

Un silencio abrumante se contemplaba en el ambiente. Una densa niebla empañaba los cristales de las ventanas, haciendo que las gotas travesaran el vidrio de un extremo a otro, deslizándose con inercia.
El rocío refrescaba las pocas hojas que restaban en las copas de los árboles. Los niños jugaban al borde de las aceras y madres paseaban con sus retoños tomados de la mano. Pero luego se encontraba ella, sentada pacientemente a la espera de algo o alguien en un viejo banco a la entrada de su morada. En sus manos sostenía un sobre. Un sobre medio resquebrajado a punto de romperse por completo.
De repente, una ligera sonrisa invadió su rostro, venía alguien. Un chico alto y esbelto se aproximaba renqueante a su pesar. La tomó de la mano y besó su mejilla con resentimiento. Una nube se interpuso de cara al sol, que hizo disminuir la poca luz que ya se apreciaba a esas altas horas de la tarde.
-Toma asiento, por favor.-Le dijo la joven clavando la mirada en su rostro.
La chica había adoptado un color pálido en su piel.
-Que alegría volver a verte. Hacía bastante tiempo que no te veía.-El muchacho la sonrió con consideración.
-Así es, casi un año ya...
El joven no sabía muy bien que decirle, por lo que prosiguió a poner su mano sobre la de la joven.
-¡Estás helada como un tempano! ¿Te encuentras bien?
Ella puso la mirada en sus ojos. Tenía una mirada totalmente vacía, no expresaba ningún sentimiento. Sus labios resplandecían ahora un color morado y con un quejido mohíno, se dispuso a responderle.
-¿No recuerdas que día es hoy? Hoy hace un año...
-¡Hoy hace un año de qué! -Gritó el chico impacientemente.
-Toma.
La joven le entregó el sobre y el quedo apesadumbrado al ver que el sobre que le entregaba estaba empapado de agua. De todas formas, lo había abierto con cuidado y se dispuso a leer:
"Hoy hace un año del accidente del lago. Hoy hace un año que perdí mi vida por una borrachera tuya. Hoy hace un año que también perdiste tu vida. Si, así es, estás muerto, y yo también. Ahora, todo el peso caerá sobre tu conciencia."
El muchacho volvió a leer la carta y soltó una risa inquietante.
"No puede ser." Se repitió varias veces.
Soltó la carta titubeante y puso especial atención en sus manos. Temblaban.
-Pero es imposible, recuerdo nuestra estancia en aquel hospital.-El joven continuaba cabizbajo.
-Eran nuestras almas, naufragando en un mundo que no era el suyo.
La voz de la joven empezó a diluirse en el viento y cuando el quiso darse cuenta, ella ya no estaba. Se había esfumado, nada podía hacer para evitar lo inevitable.
Al instante rompió a llorar y un grito de horror hizo eco en ese fantasmagórico lugar. ¡Las lágrimas atravesaban sus manos! Estaba desapareciendo, había llegado su hora, o quien sabe qué.
Una densa niebla invadió el lugar dejándolo a solas con su pecado.
El joven no tardo en desvanecerse entre la niebla, solo Dios sabe de su destino.
Jamás se supo nada mas acerca de los jóvenes. Su memoria había sido olvidada en un simple recuerdo. Pero él nunca mas olvidará el día en que acabó con su vida, su conciencia, su amor...y su alma. Hoy se cumplía un año. Hoy hace un año ya...

jueves, 23 de febrero de 2017

Un mundo de horrores y errores.

Estoy completamente lleno de errores, de fallos. Soy como un problema de matemáticas mal calculado. Como una mesa de clase, coja por una pata más corta que las demás.

No estoy seguro de lo que sucede, aunque la razón viene de otros acontecimientos recientes. Cuesta abajo y sin frenos, supongo. Caí sumido en un pozo del que llevo tratando de salir prácticamente una semana, pero ya me he dado por vencido.
Desganado me encuentro, sin alma, sin fuerza sin nada que me motive ni me anime. Creo que he vuelto a morir por dentro.

Un mar de dudas me ahoga cada día. Cada noche. Cada hora. Cada minuto. Cada segundo. No hay instante en que no tenga un solo pensamiento en mente. Un remordimiento. Un lamento. O un arrepentimiento que es lo que más sentido tiene de todo esto.

Es hora de deliberar que hacer ahora. Escudriñar todo a todo detalle a todo momento. No sé, no sé exactamente qué es lo que estoy haciendo ahora, como para saber qué hago con mi vida.

Evadirme de las personas es lo único que llevo haciendo con prudencia aunque sin estar seguro de si es la decisión correcta o no. De todos modos así lo siento.

Nunca hubiera imaginado tal incidente y por mi mollera lo único que me tortura es la dureza con las que me apuntillan en el seso unas simples palabras como: "Y que hubiera pasado si..."
¿Que hubiera pasado? Simple respuesta. Nada de esto. Estaría tan feliz, tan campante como estos últimos meses. Habría estado ante dos semanas de auténtica efusividad y diversión. De las mejores que podría haber tenido nada más este inicio de año.
Pero no. Que va. Nada de eso. La cosa habla por sí sola, de polos extremos. En mi vida no hay puntos intermedios y una vez más ha quedado dictado para sentencia está ocasión.
Estoy pasando un calvario del que cada día se me hace más largo e inútil en vez de pensar estar más cerca de salir de este suplicio. Pero en mi cabeza el tiempo no corre, no se mueve. Parece mofarse con mi sufrimiento, pero no le culpo. Demasiados trajines le he hecho pasar ya por conductas inapropiadas. De las que he aprendido al fin.

He aprendido la lección, aunque para mi opinión de una manera cruel para mi gusto. Me lo merecía, no sé. Por gilipollas.

Ahora no queda otra que esperar. Esperar a que el mar se calme. El problema de matemáticas se corrija. A que la pata de la mesa no siga coja. Esperar y palpar el tiempo con la yema de los dedos notando como pasa a una velocidad de relámpago. Aunque por ahora sólo lo hace de una manera vaga y apoteósicamente lenta. Esperar a que pase este fin de semana sin poder hacer nada por desgana ni ánimo de salir de casa. No sé. Sólo sé que no sé nada.
Vivo en mundo de horrores, y de errores. Sólo yo puedo corregirme, aunque no se si ya es un poco tarde para ello.

Esto sólo es el principio del fin.

lunes, 19 de diciembre de 2016

Querido 2016.

Querido 2016. Hoy vengo a decirte que no has sido el mejor de todos los años, ni yo el mejor compañero de viaje. Me has defraudado notablemente, tú y muchas personas. Tú y muchas expectativas. Tú e incluso yo mismo, me he defraudado.
Ya sé que no nos hemos llevado muy bien durante estos 353 días que hemos pasado juntos, estimado compañero, y lo siento. De verdad que lo siento con toda mi alma. No he cumplido mis promesas. Aunque no fui el único.

Aunque no todo han sido malos momentos. Hemos reído, cantado, bailado... pero sobre todo llorado. Joder que si hemos llorado. Me trajiste de vuelta a mis colegas de antaño para pasar mis peores momentos. Otra vez. Bendita soledad, bendita oscuridad y bendita epifanía por ayudarme cuando nadie más lo hizo. Amigos de mi mente, diluidos en el peor rincón de mi polvorienta sesera, pero siempre sabios y fieles en mis acendrados pensamientos. Efectivos y decentes a diferencia de aquellas personas que he dejado atrás con el paso del tiempo, de los días, y de los meses.

Fuiste demasiado cruel conmigo, ¿No crees? Quizá me lo mereciera. Quién sabe ya. No seré rencoroso contigo, no soy de esos, no, no. Aunque por siempre estarás presente en mi memoria por el desastre que has causado en mi interior, el desorden y la suciedad. Causaste un efecto de resiliencia en mi subconsciente atrapándome en centenares de situaciones adversas por las que a lo largo de mi vida me he visto atrapado. Me he succionado el veneno que varias personas tóxicas y sobretodo venenosas como víboras dejaron en mi sangre. Yo mismo me encargué de ello y ¿sabes cómo? Sólo. Así es. Hice mella en mi alma, haciéndolo yo mismo, pero mereció la pena. Sé valerme por mí mismo, sin dependencia de nadie. No como otras personas que vagan pérdidas por la vida en busca de que alguien sea feliz por ellos. Triste. No hay mejor adjetivo para describirlos. Pero no te preocupes. Ya limpié el destrozo que provocaste, sin tu ayuda ni la de nadie. Ahora soy feliz, ya no sufro.

Soy feliz porque a pesar de ser uno de mis peores años, estos últimos tres meses me endeudaste haciendo aparecer en mi aburrida y decadente vida a una persona. Serendipia supongo. Un encuentro o más bien hallazgo el tuyo sin duda de lo más afortunado e inesperado cuando buscaba algo totalmente distinto. Pero ahí estabas. Por eso soy feliz, porque sin pedir nada a cambio, esta persona siempre está ahí, en las buenas pero siempre en las malas, haciéndome reír, pero también llorar de la risa. Porque me hace decir las cosas más estúpidas del mundo que sólo ella y yo comprendemos y que si cualquier otra persona viera de lo que hablamos nos tomaría por chalados. Porque es igual la hora que sea, haya clase o no que siempre va a estar dispuesta a hablar conmigo hasta el amanecer si es necesario. Porque jamás me había sentido tan unido y a la vez tan identificado con alguien. Porque nunca me había abierto de tal manera con nadie sin ningún miedo, a sabiendas de que no serías capaz de juzgarme, ni yo a ti. Porque no hay día que te tenga en mente. Porque eres lo mejor de este 2016.

Y es por esto por lo que ya no sufro, ya vale de sufrimientos. Pero antes de despedirnos, quisiera pedirte algo, querido 2016. Dile al 2017 que sea bueno conmigo, que me trate bien, que me dé lecciones útiles y me haga espabilar sobre todas las cosas importantes en la vida. Que me enseñe a ser una persona en condiciones. Pero sobre todo... pídele de mi parte que me deje ser feliz. Y que tampoco se olvide de que me ayude a seguir conservando a esta persona tan especial, por favor. Es lo mejor que tengo.

Muchas gracias por todo amigo, por lo bueno y por lo malo, que de todo se aprende. Sobretodo he aprendido a no volver a tropezar dos veces en la misma piedra ni con las mismas personas que una vez me hicieron daño. Cuídate.

jueves, 24 de noviembre de 2016

11 de 12

¿Nunca habéis querido coger las maletas e iros muy lejos? Yo sí. Es algo que llevo planeando bastante. Sin avisar a nadie. Sin preocuparme por nadie. Sólo. ¿Cómo si no?

Me iría lejos, sí. Muy lejos. A un pequeño pueblo de algún lugar desconocido. Y comenzaría una nueva vida, de cero. Sí, ¿Por qué no? Suena todo maravilloso.

Pero no es una posibilidad real. Tristemente lo más real que tengo ahora mismo conmigo es mi puto móvil, o sea que la vida sigue igual.

Sinceramente estoy un poco harto de todo el mundo. No sé si es por el estrés o porque ya he visto todo lo que tenía que ver de todo ser humano. Pero bueno, me quedo más tranquilo sabiendo que hay alguna que otra persona que piensa algo semejante que yo. Pero no es suficiente.

No estoy ahí para todo el mundo ni tampoco quiero que todo el mundo este ahí para mí. Este año ha sido muy complicado. Y se acaba. Tenía mucha razón cuando dije que iba a ser un año con cambios. Una vez más, yo prediciendo hechos. Pero, ¿Es percepción o algo que es obvio de que va a suceder? Buena pregunta. Si lo hubiera descubierto antes, ya os aseguro que no estaríais leyendo esto, nada más porque este blog nunca se hubiera abierto. También estoy seguro de que sería yo el otro lado de la moneda en todas mis situaciones que han sido concebidas a lo largo de estos inapelables meses.
Y hablando de cosas abiertas, antes de cerrar este año corrompido por desgracias, parece ser que hay alguna que otra ventana que se me ha "entreabierto", no quiero decir abierto, porque no quiero escribir otra entrada hablando respecto a la cantidad de hostias que me he podido pegar este año.

En fin, nunca habrá alguien que me entienda del todo. Soy muy complicado. Tengo una mentalidad bastante extraña y extravagante al resto, no sé si alegrarme por ello. Si es verdad que puedo ser diferente, pero me gustaría ser tan corriente y común, como muchas personas. Me ahorraría infinitas comeduras de cabeza. Al fin y al cabo siempre acabo dando una vuelta de más a todo y es que ya no me puedo fiar de nadie, ni de mí mismo. Ni siquiera confío en mí, corrijo. Pero hay bastantes personas que me han decepcionado este año y aunque haya perdonado yo no olvido nunca nada. También he podido comprobar que incluso tu mejor confidente puede llegar a ser "made in China", porque no sabe guardar un solo secreto sin antes decírselo justamente a la persona más inapropiada para decirle algo.

A veces me paro a pensar y descubro que me estoy volviendo un amargado exceptuando a un par de personas con las que si puedo ser yo mismo. Y es que antes no era así. De todos modos no se si es mejor que sea ahora una persona más cerrada, compacta y desconfiada, dispuesto a ayudar a quien se preocupa realmente por mí o ser una persona ingenua, demasiado agradable con todo el mundo aunque conmigo no lo fueran y con bastante más promedio que ahora a pegarme frecuentemente muchas hostias, como lo era yo hace justo unos meses.
Creo que me he caído yo más veces que meteoritos han caído en la Tierra. Pero bueno uno siempre se levanta, con o sin ayuda.

Pero si tengo que odiar algo de mi persona es siempre y cuando digo siempre es siempre, tener razón en todo. Es que ha acabado pasando hasta lo menos probable. Y es verdad que recientemente con muchas de esas situaciones he acabado riéndome porque era lo único que podía hacer ante esas situaciones pero en otras he acabado quitándome lágrimas, y con toda sinceridad lo he pasado demasiado mal y he sido demasiada buena persona como para merecerme tanta mala suerte. Aunque la culpa es mía por haberme esforzado por hacer feliz a personas que sólo pensaban en ser felices ellas mismas sin importar el "otro", es decir, yo.

Ahora mismo no sé qué pasa muy bien conmigo, ni siquiera sé con certeza que personas quiero a mi lado hoy en día. Bueno, una sí, pero porque esa persona me ha aportado más en un par de meses que una en casi nueve.
Eso sí, que se quede quien aporte y si no que se aparte. Ya estoy cansado de que me decepcione la gente, que me haga ilusiones o me dé falsas esperanzas. Sólo queda un mes para que acabe este año repleto de mentiras. Espero que 2017 sea el año de las verdades.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Érase una vez, un mundo feliz...

La vida da muchas vueltas y vaya si las dio, que me llevó a otra dimensión. A un mundo que no era el mío. A un mundo en el que podía ser feliz. Pero que por el momento, no lo era del todo.
Ese no era mi mundo. El mío era triste, apagado y reinado por la penumbra de mis sentimientos. Era un lugar de tristes recuerdos y vaivenes espontáneos que no dejaban ni una sola marca en mi vida. Sin vida, como Plutón. Ni un solo rayo de sol alcanzaba ese diminuto planeta. En el mío tampoco. Era algo parecido. La soledad era mi compañera, pero eso no quería decir que me llevara bien con ella.

El vacío continuaba semblante. La tormenta rugía desbocada en mis entrañas. No había cobijo posible dónde amparar mi alma de tan espeluznante ventisca.
¿Qué me pasaba? Nada. Ni yo lo sabía. Estaba desesperado por encontrar una salida. Por absorber un solo rayo de luz para avivar un espíritu que se encontraba agonizando dentro de mis recuerdos más profundos. Cayendo al vacío. Con frenesí. Y en menos de un segundo, ya no estaba, no se veía. Era todo tan oscuro...
Esto era el principio del fin. No sufría por ello, ni tampoco lo hago.

Por las calles de las grandes ciudades, encontramos predicadores gritando desde antaño el fin de los tiempos. El Apocalipsis. El juicio final. La primera piedra la ponemos nosotros, al igual que la última.
De lo que no nos damos cuenta es de que el juicio final realmente está cerca. La gente de hoy no vale la pena. El verdadero caos es ese. El verdadero Apocalipsis es proteger a una persona que te está clavando el cuchillo en la panza en cuanto te giras.

Poca gente de verdad queda. Apostaría a que habría imitaciones robóticas más reales que muchas de las personas que tenéis en frente.
Pero bueno, los mundos perfectos no existen. Las segundas oportunidades mejor dejarlas para las películas. Las confianzas mejor con gente que más tarde no te apuñalará a las espaldas con unas tenazas.
Y es por eso que prefiero mi propio mundo. Es por eso que podría ser feliz en este planeta, pero no del todo. Es por eso que prefiero dejar caer mis pensamientos en el olvido y abrir paso a mi oscura alma por la llanura de los recuerdos. En ese mundo triste en el que vivo, es donde irónicamente me siento feliz.

sábado, 22 de octubre de 2016

Lo que había perdido.

No hace mucho tiempo, un adolescente llamado Nick, perdió algo muy valioso. De tal manera que a partir de ese mismo instante, comenzó a sentirse lánguido. Abatido.

Su rutina era despertarse y pensar en lo que había perdido y cómo recuperarlo, acostarse y quedar dormido mientras lidiaba con sus pensamientos para pensar en lo mismo.
Sus familiares y amigos se sentían impotentes por la situación que Nick atravesaba.
Sus padres intentaron satisfacerles con asiduidad, con dispares presentes, u otros caprichos de ocio. No lo consiguieron.
En cambio, sus amigos, trataron de calmarle y consolarle tratando de decirle que más pronto que tarde recuperaría eso que Él había perdido. Pero con una condición. Lo que el estaba buscando lo encontraría, pero no sería exactamente lo que Él quería, sería algo mucho mejor porque lo que Nick buscaba con tanto afán ya no lo iba a encontrar, porque se había extraviado para siempre y tenía que intentar olvidarlo ya y dejar de torturarse.

Fueron pasando los meses y Nick fue sintiéndose mejor. Ya salía de casa y se iba de fiesta con sus amigos. Algo que no fue capaz de hacer en su etapa anterior. Había dejado de buscar lo que había perdido y con ello fuera de su mente sonreía. Ya no era un chico afligido. Había cambiado. Bastante. Él sabía que lo que había perdido ya lo había encontrado otro y no había nada que hacer, terminó por superar esa confusa situación.

Nick, ahora era un chico radicalmente cambiado. Había vuelto a ser el buen estudiante que siempre fue en sus mejores años en la escuela y estaba en un momento eufórico a nivel personal. No le iba nada mal.
Pero entonces un día llamaron a su puerta, y cuando fue a abrir, Nick se llevó una sorpresa. En el felpudo se encontraba aquello que había perdido y que tanto buscaba. Pero como le reiteraron sus amigos en un pasado, no era lo mismo que Él estaba buscando. Se le asemejaba, pero podía verse con claridad que no era lo mismo.

A fin de cuentas, acogió aquello con dudas. Le prestó la misma atención o incluso más que la que le prestó a lo que había perdido y a poco, los resultados salieron a flote. Se sentía en una nube. Hablaba con lo que le habían dejado en el felpudo todos los días y se sentía totalmente complaciente.
Puede que no fuera lo que Nick estaba buscando, pero era algo muy bueno... Tan bueno, que era algo que era capaz de sonsacarle sonrisas día a día y no llantos y preocupaciones un día y sonrisas y risas otro... Como lo que acostumbraba a vivir con su antigua entidad.

Ahora Nick, era un chico feliz. Tenía todo lo que necesitaba. Salud, buenas notas, amigos, familia... entre otras muchas cosas. Pero sobre todo felicidad por haber recuperado dentro de sí mismo, algo que había perdido.

Y es que lo mejor de todo es que Nick, soy yo.

                                   
                                                         FIN.