Tiempo de oscuridad
lunes, 4 de diciembre de 2023
Cada vez se hace más complicado.
lunes, 22 de mayo de 2023
¿Y si...?
Para mí, escribir es la mejor forma de evadirme, aunque en estos últimos meses no haya sido mi manera "favorita" de hacerlo. No porque no quisiera, sino porque me daba pánico. Miedo a remover diversas emociones dentro de mí. De hecho ya lo está haciendo mientras escribo esto, pero bueno, para mí es un comienzo, ya que en estos meses no me he visto capaz de ponerme a ello.
Para mí, escribir es algo especial, como escuchar música cuando estás triste. Algo que no haces hasta que te sientes concretamente de un modo en el que casi te ves hasta obligado a coger los auriculares y sumergirte en tu mundo y ahogarte cada vez más y más en tu tristeza, en tus pensamientos. Para algunos más y para otros menos, pero al fin y al cabo, necesario, ¿verdad?
Escribir es mi refugio, mi manera de desahogo más eficaz. Es por eso que hoy estoy aquí, para refugiarme una vez más, en mis palabras. Porque ya es hora de dejar de reprimir mis sentimientos.
En esta vida, hay días que no esperas o no deseas que lleguen nunca. Pero llegan. Y no es el fin del mundo, pero sí, seguramente, el fin de una etapa donde has sido muy feliz. Hay que quedarse con eso, como se dice siempre, con los momentos felices, que son al fin y al cabo los que más abundan, pero al final, los malos son los que siempre opacan o eclipsan los buenos. Porque en esta vida, siempre sobresale lo dañino ante lo satisfactorio. Y por culpa de esos determinantes detalles, quizás, no se valora de la forma que mereciera lo que realmente importa, que es sin tapujos, lo que verdaderamente te ha hecho estar en una nube en esa etapa, lo bueno. Algo que, sin lugar a dudas, debería aplicarme en lo personal. Por lo menos a partir de ahora, si no lo hacía ya antes, que ahora soy consciente de que no.
Y es que ahora, tras un tiempo, he conseguido ver las cosas con otra perspectiva. Con más madurez. Con más claridad. Con mas rabia. Porque hay situaciones que sé que no han sido meditadas con ese temple que verdaderamente requerían por razones totalmente extraordinarias a la situación.
He tenido meses muy duros en lo personal y he sido partícipe en el deterioro de varios vínculos personales muy pero que muy importantes, incluso vínculos muy importantes a día de hoy a pesar de no tener ningún tipo de contacto con esas personas desde hace meses. He cometido errores con gente que para mí lo eran todo y he castigado actos que ya habían sido perdonados en su debida ocasión. He estado sometido a una angustia kilométrica prácticamente desde que comenzó este dichoso año. Un año que no tiene ni comparación con el anterior, ya que este 2023 ha dado un giro de 180º en mi vida. Y no sabría deciros si para mejor o para peor, pero por lo que llevamos de año, me inclino por lo segundo. Por ahora.
Y es que creo que he perdido más de lo que he ganado tomando según que decisiones en estos pocos meses que llevamos de año, pero sigo pensando que en aquellos momentos era como yo me sentía y que era lo que necesitaba para percibir esa calma que no tenía, recuperar ese aire. Necesitaba volver a ese sosiego y que la tormenta que arrasaba de manera vehemente en mi cabeza, cesase. Y en muchas de esas ocasiones, cesó, pero de forma momentánea, como si de un huracán se tratase. Donde parece que todo está tranquilo y de buenas a primeras, otra tempestad devasta todo a su paso. Pues así es como muchas veces funciona mi cabeza, de forma engañosa, que parece que estás bien y a las semanas, la hostia que me tendría que haber llevado en aquel instante, me llega de repente. Con retraso. Como los pedidos de AliExpress.
De todas formas, todos tenemos derecho a equivocarnos o confundirnos y más en especial cuando estás con una presión, con una angustia que no permite bombear la sangre a la cabeza con claridad para pensar en frío y tomar decisiones importantes. Con esto no quiero decir que me haya confundido en tomar algunas decisiones, que tal vez, alguna haya podido ser así, sino, a la hora de bajar los brazos, rendirme y no buscar alternativas al problema para llevarlo a otra vía y solucionarlo, en vez de arrojar la toalla, cosa que no habría hecho en condiciones normales. Porque, después de todo, es lo que he hecho, tirar la toalla con algunas personas... Porque este año con toda la mierda que ensuciaba mi mente, me he precipitado en muchas elecciones con personas importantes. Y eso ya no se puede borrar aunque ambos quisiéramos y me jode que ahora vea, meses después, que podría haber actuado distinto con esa gente porque tengo la cabeza muchísimo más despejada que a principio de año. Porque muchas incógnitas que no me permitían dormir por la noche, a día de hoy, ya las tengo resueltas. Podríamos decir que me he depurado, pero... ¿a qué precio?
Como he indicado en el párrafo anterior, todos tenemos derecho a equivocarnos, pero no a trastornar a nadie con un tema que ya es pasado. Y es que soy una persona con una ética bastante definida y en mis opciones no entra esa faceta. Y es que estoy muy arraigado e identificado con una idea que la define muy bien una famosa frase: "Querer, también es saber dejar ir".
Y es que, sinceramente, estoy escribiendo esto por puro desahogo, no para conseguir un fin. Seguramente sea uno de los textos de mi 'blog' donde peor me esté expresando, pero me da igual, yo me estoy entendiendo, que es lo que realmente me interesa.
Hay tantas cosas que se me quedan en el tintero que no sabría ni por donde empezar, pero no voy a explayarme mucho más en esto. Simplemente, añadir que ojalá todas esas personas que una vez estuvieron a mi lado y que por diferentes razones las aparté de mí o las eché de mala manera por la situación delicada que ya atravesábamos o por los instantes de fragilidad que atravesaba en mi vida, o ambas, verlas sonreír de cerca o desde la distancia, que merecéis ser felices conmigo o sin mí, sobre todo. No he sido la persona que conocisteis en estos últimos meses y solo pediros perdón si me estáis leyendo, por mis actitudes y por el triste final que hemos tenido cuando seguramente todo tenía solución, pero yo me negaba a verlo. Porque al final lo más importante es la salud mental, tanto la mía, como la del resto y más si he tenido que ver en hacerles pasar una mala temporada a gente que todavía quiero. Hay días que no paro de cuestionarme. A mí y mis decisiones, pero lo hecho, hecho está.
Ojalá, muy pronto, levantarme un día por la mañana y no preguntarme: "¿Y si...?"
viernes, 5 de agosto de 2022
¿Alguna vez...?
jueves, 4 de noviembre de 2021
Adiós, supongo.
miércoles, 6 de octubre de 2021
Muros, murallas y lugares deshabitados.
jueves, 15 de julio de 2021
¿Qué es hacer lo correcto?
domingo, 28 de marzo de 2021
Hay veces.
Sin ataduras puedo decir que no se puede vivir eternamente del pasado esperando que en un futuro te pase algo similar a lo ya vivido. Cada día es una experiencia nueva adquirida. Cada día se saca algo de valor para convertirlo de forma consciente o inconsciente en algo que te puede servir en un porvenir. Es algo bastante habitual el pensar que ya no se volverán a vivir ciertas experiencias y la mayoría de las veces se puede estar en lo cierto pero eso no es sinónimo de que por ello no se puedan venir experiencias mucho mejores.
domingo, 31 de enero de 2021
Arcoíris grises.
viernes, 8 de enero de 2021
Microrrelato: El caso de Alma Kollár.
Era una tarde de invierno cualquiera en Bratislava (Eslovaquia). Los copos de nieve descendían de una manera parsimoniosa.
Alma, la hija de Ján Kollár, un conocido escritor del país, era una apasionada de la escritura, al igual que su padre. Tan solo pensaba en corretear y pintar con su nombre todas las paredes de la ciudad, era uno de los objetivos que se había prometido cumplir antes de crecer y convertirse en adulta. Su padre siempre le repetía las mismas palabras: “Alma, debes tener objetivos más profundos en esta vida”.
Aquella tarde, se le hizo pesada a la pequeña. Acabó accediendo a una de las callejas menos transitadas de su barrio. Un escaparate, que aparentaba haber salido de un circo, se hacía notar en las angostas calles que la rodeaban.
Alma, muy inocentemente tras plasmar su sello personal, en una de las paredes, se volteó al escaparate y quedó totalmente perpleja tras lo que acababa de ver. ¡Era ella misma pero en versión muñeca!
A Alma, le recorrió un escalofrío, quizás de excitación, al percatarse de tal hecho. Acudió apresuradamente a hundir sus mejillas en el reluciente y a la vez tétrico escaparate para admirar más de cerca la muñeca que la observaba con una mirada vacía y apática.
La curiosa niña, terminó por culminar su entrada a la tienda arrojando al suelo otro muñeco que iba en un triciclo rojo. La muchacha, se detuvo a amparar el juguete, que pareció por un momento tratar de huir de tal local, aunque a ésta, poco le pareció importar, ya que toda su atención iba enfocada en encontrar a esa misteriosa muñeca.
No pareció por ningún momento que hubiera nadie, eso la inquietó poco. Miró hacia los lados y perdió de vista su clon en versión muñeca, pero no tardó en volver a encontrarla. Estaba en un estante.
Alma comenzó a escalar por el estante. No logró alcanzar a la muñeca en su primer intento. Ya se intuía que si no se daba prisa, esa pequeña hazaña iba a convertirse finalmente en una Odisea.
El estante estaba formado por una docena de baldas en la que cada una de ellas se encontraba totalmente infestada por decenas de muñecos. Muchos de ellos incluso comenzaron a parecerle rostros conocidos a la joven...
La chiquilla, se abalanzó hasta la última balda y clavó de nuevo sus rodillas en la cara de otro muñeco. Suspiró e inclinó su cabeza hacia arriba. Estaba muy cerca. Incluso si estiraba del todo el brazo, podría llegar a tocarla. Y así lo hizo... estiró lo más que pudo su brazo derecho y por unos momentos, pareció rozarla. Entonces en ese momento, un silencio sepulcral se adueñó de la habitación. Alma no podía moverse. Trató de girarse sobre sí misma, pero solo quedo en lo que se temía, en un pobre intento. Se había convertido en la muñeca que con tanta ansía quiso alcanzar. El sosiego gobernaba ese lúgubre lugar.
Una respiración nerviosa se apoderó de ella. A Alma le invadió el pánico, pero no podía hacer nada ya. Solo le quedaba esperar. Admirar. Posiblemente, sería la muñeca que siempre quiso alcanzar. Se había convertido en una muñeca más. Para siempre. Como el resto de muñecos que habitaban en ese maldito estante.
viernes, 20 de noviembre de 2020
En alta mar.
Izando velas. Así me encontraba hace unos meses. Tomando un rumbo más ligero y dinámico en mi periplo. La inmensa versatilidad del mar, de mi propio océano, daba lugar a un espectáculo de un constante vaivén de olas chocando contra el casco del velero.
Una vez izadas las velas, el velero se abrió camino entre las aguas de ese inmenso océano. El cielo estaba cubierto por una calima profunda dejando el horizonte menos nítido de lo habitual.
Cuando quise darme cuenta, me situaba en alta mar. Navegando sin rumbo pero a una velocidad endiablada. Las gotas que se esparcían por la pequeña cubierta tras romper las olas contra el casco del velero también parecían deslizarse sin rumbo alguno. Al igual que yo.
El tiempo no aparentaba pasar deprisa. Algunos días veía la luna asomarse de vez en cuando entre la penumbra, pero no lograba averiguar en qué fase lunar se encontraba nunca. Tan solo captaba el brillo de ésta en las calmadas aguas de ese tenebroso océano al oscurecer.
Por unos instantes, me paré a pensar en lo diferente que habría sido esta odisea con grumetes, tripulantes y demás ayudantes. Lo distinto que se vería todo con algo que no fuera tan solo agua y agua y más agua a mi alrededor.
Estar tanto tiempo en soledad no me hacía demasiado bien. Da mucho que pensar. Es una sensación de agobio y pesadez. De melancolía y tristeza. De indiferencia y soledad. Sobretodo de soledad.
Y es que lo que no sabía era que estaba surcando un mar de pensamientos. Mi propio mar de pensamientos. Lo estaba haciendo solo. Sin retorno.
Que está muy bien navegar en soledad. Aventurarte en tu mar de pensamientos y llegar hasta lo más lejos. Pero recuerda volver. Porque si no recuerdas el camino de vuelta, tu propio mar de pensamientos puede envolverte hasta el punto en el que ya no puedes salir de ese bucle. De ese océano. Como me ha pasado a mí. Convirtiéndome en otro náufrago más de sus propios pensamientos.
martes, 7 de julio de 2020
Noche estrellada.
martes, 23 de junio de 2020
Ese lugar llamado "amor".
domingo, 21 de junio de 2020
Pasos muertos.
No puedes irte a ninguna parte, pero la persona que una vez fuiste, empieza a desvanecerse. Tan sólo me queda decirle adiós. De una forma fría como el rocío en las noches de invierno. Fría como tú.
Aún puedo ver a través de mi ventana tu silueta diáfana, apunto de atravesar el más allá, vagando por un bosque lóbrego donde el suelo se encuentra alfombrado por agujas de pino ya secas. Caminas por lo yerto. Por alguna razón te habías muerto dentro de mí, siendo yo incapaz de hacer nada para remediarlo.
Prácticamente habías fallecido en mis manos.
Hice lo imposible por subsanar mis temores. No hubo solución ante semejante ecuación. Mi cabeza no era capaz de calcular el daño irreparable que íbamos a causarnos. De todos modos, lo intenté. Pero nada.
Cogí aire y me sumergí en mis pensamientos. Tratando de buscar y encontrar una forma en la que revivirte. En la que revivir a la persona que una vez fuiste.
Solo encontré un vacío colosal.
Finalmente, tuve que conformarme con aquellos lejanos recuerdos que guardaba a tu lado, para poco después ahogarme junto a ellos.
No pude hacerte regresar. Por eso, desde entonces, yazco aquí, junto a tu silueta. Una silueta traslúcida y casi fantasmagórica.
Es lo único que me queda de ti. El molde de lo que una vez fuiste. Porque ahora, soy incapaz de reconocerte. No sé quién eres.
Temo no saber quien eres, pero aún más, no poder recordarte.
miércoles, 25 de marzo de 2020
Reflexión Coronavirus
Que nos sirva de ejemplo lo sucedido en China o en Italia. Hay que quedarse en casa.
jueves, 5 de marzo de 2020
Reloj de arena.
Que no se acaba el universo, pero sí mi mundo.
sábado, 30 de noviembre de 2019
Entiéndelo.
Que la edad es un número. Que la madurez no va de la mano junto a tu fecha de nacimiento. Que sólo tú sabes lo que hay en tu mente.
Una mente donde las decisiones tomadas no son siempre las más apropiadas, pero en muchas ocasiones si son las correctas. Aunque siempre quedará un alma herida por el camino. No se puede complacer a todo el mundo.
Resulta interesante observar cómo la sociedad actual hace una evaluación exhaustiva de los pensamientos que pueda llegar a tener una persona, analizando e indagando profundamente en ello sin tener ni puta idea de nada. Las cabezas de las personas son complicadas de entender. Yo por ejemplo sigo sin discernir entre las buenas decisiones y las malas. Y es algo que me preocupa desmesuradamente. El saber si haces daño a alguien o no con lo que estás haciendo es posiblemente una de las peores sensaciones que puedes padecer.
Y es que la madurez no es comportarte como un adulto. Tampoco lo es ser más mayor que alguien. Madurez es ser responsable de tus decisiones, de tus actos y acciones. Aprender a diferenciar entre lo bueno y lo malo. Reaccionar ante una situación abrupta de manera que nadie entre en pánico. Madurar es ser como tú quieres ser, sin importar el resto. Tolerar opiniones ajenas de cualquier tipo.
Nunca pienses que eres algo que tú sabes que no eres. Nadie te conoce mejor que tú mismo. Valórate y valora lo que los demás hacen por ti si es que realmente lo sientes. No dejes que una gran bola de mierda te atropelle y que así seas incapaz de escapar del abismo.
Siempre podrás ser un payaso, o un capullo en público. Dejando deteriorada tu imagen para algunas personas que no saben ni cuantos planetas hay en el Sistema Solar. Pero siempre habrá alguien que trate de conocerte y a la vez, que profundice en tus pensamientos. Que llegue a darse cuenta que por hacer el loco la mayoría del tiempo, no signifique que no tengas la cabeza amueblada.
Porque esas son las personas que merecen la pena. Las que saben que puedes ser un auténtico gilipollas pero con la capacidad de revertir una situación de mierda.
Porque si te detienes a hablar conmigo, podrás hablar de mí al resto con la seguridad de haberme podido conocer algo más que haciéndolo sin tener ni puta idea de quién soy.
Maduro/a. ¿Realmente lo eres?
viernes, 15 de noviembre de 2019
Vive viviendo.
miércoles, 19 de julio de 2017
Me gustan las noches de tormenta.
Me gusta ese olor estremecedor que deja una vez que ha cesado. Frescura.
Me gusta el sonido de los truenos que acechan en el cielo como si del juicio final se tratara.
La verdadera tormenta está dentro de uno mismo.
Los pensamientos se aglomeran de tal manera que golpean en mi sesera como si de truenos y relámpagos se tratasen. Sin un ápice de margen para difuminar mis ideas.
Partiendo del aburrimiento infinito, te paras y piensas. Quizás alguna que otra vez en lo más profundo de ti mismo. Recorriendo tal vez recovecos ya olvidados. Pero no iba a eso.
En el interior de todo el mundo subyace una pequeña tormenta, a veces incluso tan grande que puede ser capaz de desembocar en el exterior. Pero normalmente no es así.
Quizá mis tormentos vengas de algún lugar, no se de donde, pero ya no se si soy tan bueno como antes. Y no me refiero a bueno en el sentido sajón de la palabra, sino a bueno en todo en particular. Dudo que sea todo un campo de rosas como hace unos meses. Sigue todo genial, si. Pero un cierto aroma a muerto se palpa en el ambiente. Yo lo noto. Me conozco muy bien.
Hay muchas cosas que han cambiado. Cosas que hasta hace bien poco tiempo me daba igual que no acabaran yendo a ningún sitio, pero me entretenía y reía con ello. Ahora ha acogido un regusto entre amargo e insípido. La esencia ha cambiado, ya no es la misma.
Hay muchas cosas que han cambiado. Cosas y personas. Pero no son temas paralelos.
He atravesado tormentas peores, y si aún estoy a tiempo, trataré por todos los medios que esta también cese. Quiero ese olor a frescura que deja una tormenta veraniega tras su acabose.
miércoles, 15 de marzo de 2017
Hoy hace un año...
De repente, una ligera sonrisa invadió su rostro, venía alguien. Un chico alto y esbelto se aproximaba renqueante a su pesar. La tomó de la mano y besó su mejilla con resentimiento. Una nube se interpuso de cara al sol, que hizo disminuir la poca luz que ya se apreciaba a esas altas horas de la tarde.
"Hoy hace un año del accidente del lago. Hoy hace un año que perdí mi vida por una borrachera tuya. Hoy hace un año que también perdiste tu vida. Si, así es, estás muerto, y yo también. Ahora, todo el peso caerá sobre tu conciencia."
"No puede ser." Se repitió varias veces.
El joven no tardo en desvanecerse entre la niebla, solo Dios sabe de su destino.
jueves, 23 de febrero de 2017
Un mundo de horrores y errores.
Estoy completamente lleno de errores, de fallos. Soy como un problema de matemáticas mal calculado. Como una mesa de clase, coja por una pata más corta que las demás.
No estoy seguro de lo que sucede, aunque la razón viene de otros acontecimientos recientes. Cuesta abajo y sin frenos, supongo. Caí sumido en un pozo del que llevo tratando de salir prácticamente una semana, pero ya me he dado por vencido.
Desganado me encuentro, sin alma, sin fuerza sin nada que me motive ni me anime. Creo que he vuelto a morir por dentro.
Un mar de dudas me ahoga cada día. Cada noche. Cada hora. Cada minuto. Cada segundo. No hay instante en que no tenga un solo pensamiento en mente. Un remordimiento. Un lamento. O un arrepentimiento que es lo que más sentido tiene de todo esto.
Es hora de deliberar que hacer ahora. Escudriñar todo a todo detalle a todo momento. No sé, no sé exactamente qué es lo que estoy haciendo ahora, como para saber qué hago con mi vida.
Evadirme de las personas es lo único que llevo haciendo con prudencia aunque sin estar seguro de si es la decisión correcta o no. De todos modos así lo siento.
Nunca hubiera imaginado tal incidente y por mi mollera lo único que me tortura es la dureza con las que me apuntillan en el seso unas simples palabras como: "Y que hubiera pasado si..."
¿Que hubiera pasado? Simple respuesta. Nada de esto. Estaría tan feliz, tan campante como estos últimos meses. Habría estado ante dos semanas de auténtica efusividad y diversión. De las mejores que podría haber tenido nada más este inicio de año.
Pero no. Que va. Nada de eso. La cosa habla por sí sola, de polos extremos. En mi vida no hay puntos intermedios y una vez más ha quedado dictado para sentencia está ocasión.
Estoy pasando un calvario del que cada día se me hace más largo e inútil en vez de pensar estar más cerca de salir de este suplicio. Pero en mi cabeza el tiempo no corre, no se mueve. Parece mofarse con mi sufrimiento, pero no le culpo. Demasiados trajines le he hecho pasar ya por conductas inapropiadas. De las que he aprendido al fin.
He aprendido la lección, aunque para mi opinión de una manera cruel para mi gusto. Me lo merecía, no sé. Por gilipollas.
Ahora no queda otra que esperar. Esperar a que el mar se calme. El problema de matemáticas se corrija. A que la pata de la mesa no siga coja. Esperar y palpar el tiempo con la yema de los dedos notando como pasa a una velocidad de relámpago. Aunque por ahora sólo lo hace de una manera vaga y apoteósicamente lenta. Esperar a que pase este fin de semana sin poder hacer nada por desgana ni ánimo de salir de casa. No sé. Sólo sé que no sé nada.
Vivo en mundo de horrores, y de errores. Sólo yo puedo corregirme, aunque no se si ya es un poco tarde para ello.
Esto sólo es el principio del fin.
lunes, 19 de diciembre de 2016
Querido 2016.
Querido 2016. Hoy vengo a decirte que no has sido el mejor de todos los años, ni yo el mejor compañero de viaje. Me has defraudado notablemente, tú y muchas personas. Tú y muchas expectativas. Tú e incluso yo mismo, me he defraudado.
Ya sé que no nos hemos llevado muy bien durante estos 353 días que hemos pasado juntos, estimado compañero, y lo siento. De verdad que lo siento con toda mi alma. No he cumplido mis promesas. Aunque no fui el único.
Aunque no todo han sido malos momentos. Hemos reído, cantado, bailado... pero sobre todo llorado. Joder que si hemos llorado. Me trajiste de vuelta a mis colegas de antaño para pasar mis peores momentos. Otra vez. Bendita soledad, bendita oscuridad y bendita epifanía por ayudarme cuando nadie más lo hizo. Amigos de mi mente, diluidos en el peor rincón de mi polvorienta sesera, pero siempre sabios y fieles en mis acendrados pensamientos. Efectivos y decentes a diferencia de aquellas personas que he dejado atrás con el paso del tiempo, de los días, y de los meses.
Fuiste demasiado cruel conmigo, ¿No crees? Quizá me lo mereciera. Quién sabe ya. No seré rencoroso contigo, no soy de esos, no, no. Aunque por siempre estarás presente en mi memoria por el desastre que has causado en mi interior, el desorden y la suciedad. Causaste un efecto de resiliencia en mi subconsciente atrapándome en centenares de situaciones adversas por las que a lo largo de mi vida me he visto atrapado. Me he succionado el veneno que varias personas tóxicas y sobretodo venenosas como víboras dejaron en mi sangre. Yo mismo me encargué de ello y ¿sabes cómo? Sólo. Así es. Hice mella en mi alma, haciéndolo yo mismo, pero mereció la pena. Sé valerme por mí mismo, sin dependencia de nadie. No como otras personas que vagan pérdidas por la vida en busca de que alguien sea feliz por ellos. Triste. No hay mejor adjetivo para describirlos. Pero no te preocupes. Ya limpié el destrozo que provocaste, sin tu ayuda ni la de nadie. Ahora soy feliz, ya no sufro.
Soy feliz porque a pesar de ser uno de mis peores años, estos últimos tres meses me endeudaste haciendo aparecer en mi aburrida y decadente vida a una persona. Serendipia supongo. Un encuentro o más bien hallazgo el tuyo sin duda de lo más afortunado e inesperado cuando buscaba algo totalmente distinto. Pero ahí estabas. Por eso soy feliz, porque sin pedir nada a cambio, esta persona siempre está ahí, en las buenas pero siempre en las malas, haciéndome reír, pero también llorar de la risa. Porque me hace decir las cosas más estúpidas del mundo que sólo ella y yo comprendemos y que si cualquier otra persona viera de lo que hablamos nos tomaría por chalados. Porque es igual la hora que sea, haya clase o no que siempre va a estar dispuesta a hablar conmigo hasta el amanecer si es necesario. Porque jamás me había sentido tan unido y a la vez tan identificado con alguien. Porque nunca me había abierto de tal manera con nadie sin ningún miedo, a sabiendas de que no serías capaz de juzgarme, ni yo a ti. Porque no hay día que te tenga en mente. Porque eres lo mejor de este 2016.
Y es por esto por lo que ya no sufro, ya vale de sufrimientos. Pero antes de despedirnos, quisiera pedirte algo, querido 2016. Dile al 2017 que sea bueno conmigo, que me trate bien, que me dé lecciones útiles y me haga espabilar sobre todas las cosas importantes en la vida. Que me enseñe a ser una persona en condiciones. Pero sobre todo... pídele de mi parte que me deje ser feliz. Y que tampoco se olvide de que me ayude a seguir conservando a esta persona tan especial, por favor. Es lo mejor que tengo.
Muchas gracias por todo amigo, por lo bueno y por lo malo, que de todo se aprende. Sobretodo he aprendido a no volver a tropezar dos veces en la misma piedra ni con las mismas personas que una vez me hicieron daño. Cuídate.
jueves, 24 de noviembre de 2016
11 de 12
¿Nunca habéis querido coger las maletas e iros muy lejos? Yo sí. Es algo que llevo planeando bastante. Sin avisar a nadie. Sin preocuparme por nadie. Sólo. ¿Cómo si no?
Me iría lejos, sí. Muy lejos. A un pequeño pueblo de algún lugar desconocido. Y comenzaría una nueva vida, de cero. Sí, ¿Por qué no? Suena todo maravilloso.
Pero no es una posibilidad real. Tristemente lo más real que tengo ahora mismo conmigo es mi puto móvil, o sea que la vida sigue igual.
Sinceramente estoy un poco harto de todo el mundo. No sé si es por el estrés o porque ya he visto todo lo que tenía que ver de todo ser humano. Pero bueno, me quedo más tranquilo sabiendo que hay alguna que otra persona que piensa algo semejante que yo. Pero no es suficiente.
No estoy ahí para todo el mundo ni tampoco quiero que todo el mundo este ahí para mí. Este año ha sido muy complicado. Y se acaba. Tenía mucha razón cuando dije que iba a ser un año con cambios. Una vez más, yo prediciendo hechos. Pero, ¿Es percepción o algo que es obvio de que va a suceder? Buena pregunta. Si lo hubiera descubierto antes, ya os aseguro que no estaríais leyendo esto, nada más porque este blog nunca se hubiera abierto. También estoy seguro de que sería yo el otro lado de la moneda en todas mis situaciones que han sido concebidas a lo largo de estos inapelables meses.
Y hablando de cosas abiertas, antes de cerrar este año corrompido por desgracias, parece ser que hay alguna que otra ventana que se me ha "entreabierto", no quiero decir abierto, porque no quiero escribir otra entrada hablando respecto a la cantidad de hostias que me he podido pegar este año.
En fin, nunca habrá alguien que me entienda del todo. Soy muy complicado. Tengo una mentalidad bastante extraña y extravagante al resto, no sé si alegrarme por ello. Si es verdad que puedo ser diferente, pero me gustaría ser tan corriente y común, como muchas personas. Me ahorraría infinitas comeduras de cabeza. Al fin y al cabo siempre acabo dando una vuelta de más a todo y es que ya no me puedo fiar de nadie, ni de mí mismo. Ni siquiera confío en mí, corrijo. Pero hay bastantes personas que me han decepcionado este año y aunque haya perdonado yo no olvido nunca nada. También he podido comprobar que incluso tu mejor confidente puede llegar a ser "made in China", porque no sabe guardar un solo secreto sin antes decírselo justamente a la persona más inapropiada para decirle algo.
A veces me paro a pensar y descubro que me estoy volviendo un amargado exceptuando a un par de personas con las que si puedo ser yo mismo. Y es que antes no era así. De todos modos no se si es mejor que sea ahora una persona más cerrada, compacta y desconfiada, dispuesto a ayudar a quien se preocupa realmente por mí o ser una persona ingenua, demasiado agradable con todo el mundo aunque conmigo no lo fueran y con bastante más promedio que ahora a pegarme frecuentemente muchas hostias, como lo era yo hace justo unos meses.
Creo que me he caído yo más veces que meteoritos han caído en la Tierra. Pero bueno uno siempre se levanta, con o sin ayuda.
Pero si tengo que odiar algo de mi persona es siempre y cuando digo siempre es siempre, tener razón en todo. Es que ha acabado pasando hasta lo menos probable. Y es verdad que recientemente con muchas de esas situaciones he acabado riéndome porque era lo único que podía hacer ante esas situaciones pero en otras he acabado quitándome lágrimas, y con toda sinceridad lo he pasado demasiado mal y he sido demasiada buena persona como para merecerme tanta mala suerte. Aunque la culpa es mía por haberme esforzado por hacer feliz a personas que sólo pensaban en ser felices ellas mismas sin importar el "otro", es decir, yo.
Ahora mismo no sé qué pasa muy bien conmigo, ni siquiera sé con certeza que personas quiero a mi lado hoy en día. Bueno, una sí, pero porque esa persona me ha aportado más en un par de meses que una en casi nueve.
Eso sí, que se quede quien aporte y si no que se aparte. Ya estoy cansado de que me decepcione la gente, que me haga ilusiones o me dé falsas esperanzas. Sólo queda un mes para que acabe este año repleto de mentiras. Espero que 2017 sea el año de las verdades.
lunes, 7 de noviembre de 2016
Érase una vez, un mundo feliz...
La vida da muchas vueltas y vaya si las dio, que me llevó a otra dimensión. A un mundo que no era el mío. A un mundo en el que podía ser feliz. Pero que por el momento, no lo era del todo.
Ese no era mi mundo. El mío era triste, apagado y reinado por la penumbra de mis sentimientos. Era un lugar de tristes recuerdos y vaivenes espontáneos que no dejaban ni una sola marca en mi vida. Sin vida, como Plutón. Ni un solo rayo de sol alcanzaba ese diminuto planeta. En el mío tampoco. Era algo parecido. La soledad era mi compañera, pero eso no quería decir que me llevara bien con ella.
El vacío continuaba semblante. La tormenta rugía desbocada en mis entrañas. No había cobijo posible dónde amparar mi alma de tan espeluznante ventisca.
¿Qué me pasaba? Nada. Ni yo lo sabía. Estaba desesperado por encontrar una salida. Por absorber un solo rayo de luz para avivar un espíritu que se encontraba agonizando dentro de mis recuerdos más profundos. Cayendo al vacío. Con frenesí. Y en menos de un segundo, ya no estaba, no se veía. Era todo tan oscuro...
Esto era el principio del fin. No sufría por ello, ni tampoco lo hago.
Por las calles de las grandes ciudades, encontramos predicadores gritando desde antaño el fin de los tiempos. El Apocalipsis. El juicio final. La primera piedra la ponemos nosotros, al igual que la última.
De lo que no nos damos cuenta es de que el juicio final realmente está cerca. La gente de hoy no vale la pena. El verdadero caos es ese. El verdadero Apocalipsis es proteger a una persona que te está clavando el cuchillo en la panza en cuanto te giras.
Poca gente de verdad queda. Apostaría a que habría imitaciones robóticas más reales que muchas de las personas que tenéis en frente.
Pero bueno, los mundos perfectos no existen. Las segundas oportunidades mejor dejarlas para las películas. Las confianzas mejor con gente que más tarde no te apuñalará a las espaldas con unas tenazas.
Y es por eso que prefiero mi propio mundo. Es por eso que podría ser feliz en este planeta, pero no del todo. Es por eso que prefiero dejar caer mis pensamientos en el olvido y abrir paso a mi oscura alma por la llanura de los recuerdos. En ese mundo triste en el que vivo, es donde irónicamente me siento feliz.
sábado, 22 de octubre de 2016
Lo que había perdido.
No hace mucho tiempo, un adolescente llamado Nick, perdió algo muy valioso. De tal manera que a partir de ese mismo instante, comenzó a sentirse lánguido. Abatido.
Su rutina era despertarse y pensar en lo que había perdido y cómo recuperarlo, acostarse y quedar dormido mientras lidiaba con sus pensamientos para pensar en lo mismo.
Sus familiares y amigos se sentían impotentes por la situación que Nick atravesaba.
Sus padres intentaron satisfacerles con asiduidad, con dispares presentes, u otros caprichos de ocio. No lo consiguieron.
En cambio, sus amigos, trataron de calmarle y consolarle tratando de decirle que más pronto que tarde recuperaría eso que Él había perdido. Pero con una condición. Lo que el estaba buscando lo encontraría, pero no sería exactamente lo que Él quería, sería algo mucho mejor porque lo que Nick buscaba con tanto afán ya no lo iba a encontrar, porque se había extraviado para siempre y tenía que intentar olvidarlo ya y dejar de torturarse.
Fueron pasando los meses y Nick fue sintiéndose mejor. Ya salía de casa y se iba de fiesta con sus amigos. Algo que no fue capaz de hacer en su etapa anterior. Había dejado de buscar lo que había perdido y con ello fuera de su mente sonreía. Ya no era un chico afligido. Había cambiado. Bastante. Él sabía que lo que había perdido ya lo había encontrado otro y no había nada que hacer, terminó por superar esa confusa situación.
Nick, ahora era un chico radicalmente cambiado. Había vuelto a ser el buen estudiante que siempre fue en sus mejores años en la escuela y estaba en un momento eufórico a nivel personal. No le iba nada mal.
Pero entonces un día llamaron a su puerta, y cuando fue a abrir, Nick se llevó una sorpresa. En el felpudo se encontraba aquello que había perdido y que tanto buscaba. Pero como le reiteraron sus amigos en un pasado, no era lo mismo que Él estaba buscando. Se le asemejaba, pero podía verse con claridad que no era lo mismo.
A fin de cuentas, acogió aquello con dudas. Le prestó la misma atención o incluso más que la que le prestó a lo que había perdido y a poco, los resultados salieron a flote. Se sentía en una nube. Hablaba con lo que le habían dejado en el felpudo todos los días y se sentía totalmente complaciente.
Puede que no fuera lo que Nick estaba buscando, pero era algo muy bueno... Tan bueno, que era algo que era capaz de sonsacarle sonrisas día a día y no llantos y preocupaciones un día y sonrisas y risas otro... Como lo que acostumbraba a vivir con su antigua entidad.
Ahora Nick, era un chico feliz. Tenía todo lo que necesitaba. Salud, buenas notas, amigos, familia... entre otras muchas cosas. Pero sobre todo felicidad por haber recuperado dentro de sí mismo, algo que había perdido.
Y es que lo mejor de todo es que Nick, soy yo.
FIN.