Las despedidas son siempre complicadas. Y más cuando no sabes que lo estás haciendo por última vez.
¿Cómo actuaríais vosotros si supierais que estáis diciendo adiós a una persona por una última vez?
¿Volveríais atrás para poder evitar esa situación o para cambiar algo? ¿No os da miedo pasar una última velada con alguien y no saber que ese será el último recuerdo o momento bueno con el o ella?
Al final estas preguntas son totalmente inútiles. Inservibles. Qué más dará ya, ¿no? Una vez hecho no hay manera de poder revertirlo. Por fortuna o por desgracia.
A mí personalmente me hubiera gustado volver en el pasado en más de una ocasión. Sobre todo ahora. Habría actuado de otra forma. A veces, hacer las cosas de forma precipitada no te llevan a ninguna parte. Como es en este caso donde me encuentro en medio de la nada, con un pie en el fango y el otro en tierra firme. Con un pie en la acera y el otro en la carretera, pero a sabiendas de que en cualquier momento puede pasar un coche y arrollarme sin piedad.
La vida siempre acaba arrollándote de una forma u otra, por pura inercia. Te sumerge en un remolino de desgracias o de alegrías. Solo hay que encontrar la forma de enfrentarse a las tempestades buenas y a las malas. Todo conlleva sus propios obstáculos, pero con el inconveniente de no poder escoger el nivel de dificultad a tu gusto como si de un videojuego se tratase.
Yo creo que me encuentro en un punto donde no sé si estoy en nivel experto o en nivel principiante. Por unos momentos me parece todo muy sencillo pero a la vez muy complicado. Últimamente he tenido que tomar decisiones especialmente complejas. He decidido actuar con sesera y no con ceguera.
Uno al final siempre tiene que tirar por sí mismo porque aquí, en la vida real, nadie tira por ti. No hay un cochero con su magnífico carruaje esperando el momento perfecto para tirar del carro por ti.
La vida no es un cuento de hadas ni tampoco una película de comedia romántica. La vida es y seguirá siendo un carrusel de emociones donde saber gestionarlas está y seguirá estando al alcance de muy pocos.
Porque vivimos en un mundo donde sentir algo de verdad por alguien te lleva más a huir de la persona y de la situación por miedo a enfrentarse a ese tipo de sentimientos que a apostar de verdad porque pase algo bonito.
Porque vivimos en un mundo donde la sinceridad parece más un defecto que una virtud.
Porque vivimos en un mundo donde las personas para darle el valor a algo que de verdad lo merece primero haya que perderlo antes.
Porque vivimos en un mundo donde nunca sabes cuando será el último recuerdo bonito que tendrás con alguien que de verdad te importa.
Por eso y solamente por eso me es tan complicado tomar muchas de las decisiones que rondan por mi cabeza. Porque si de verdad hay algo que me aterrorice es no saber cuando te estás despidiendo de alguien. El no saber que ya no habrá más risas o instantes con esa persona. Y yo, creo que ya lo he hecho. Prácticamente sin haberlo esperado. Creo que ya he dicho adiós a esa persona sin ni tan siquiera haberlo imaginado. Simplemente, no me gustan las despedidas.
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