miércoles, 19 de julio de 2017

Me gustan las noches de tormenta.

Me gustan las noches de tormenta. Ver caer los rayos en el horizonte, escuchar la lluvia golpear con dureza la tierra húmeda del campo o simplemente verlo desde la ventana apoyando mi cabeza sobre mis manos.
Me gusta ese olor estremecedor que deja una vez que ha cesado. Frescura.
Me gusta el sonido de los truenos que acechan en el cielo como si del juicio final se tratara.
Pero la mayoría de las veces la verdadera tormenta no está en el exterior de mis ventanas. No escucho los truenos apoyado en mi alféizar ni quedo expectante a la espera de que un rayo ilumine la oscuridad de la noche.
La verdadera tormenta está dentro de uno mismo.
Los pensamientos se aglomeran de tal manera que golpean en mi sesera como si de truenos y relámpagos se tratasen. Sin un ápice de margen para difuminar mis ideas.
Partiendo del aburrimiento infinito, te paras y piensas. Quizás alguna que otra vez en lo más profundo de ti mismo. Recorriendo tal vez recovecos ya olvidados. Pero no iba a eso.
En el interior de todo el mundo subyace una pequeña tormenta, a veces incluso tan grande que puede ser capaz de desembocar en el exterior. Pero normalmente no es así.
La vida está plagada de tormentos. De problemas, de comidas de cabeza y de surrealismo.
Quizá mis tormentos vengas de algún lugar, no se de donde, pero ya no se si soy tan bueno como antes. Y no me refiero a bueno en el sentido sajón de la palabra, sino a bueno en todo en particular. Dudo que sea todo un campo de rosas como hace unos meses. Sigue todo genial, si. Pero un cierto aroma a muerto se palpa en el ambiente. Yo lo noto. Me conozco muy bien.
Hay muchas cosas que han cambiado. Cosas que hasta hace bien poco tiempo me daba igual que no acabaran yendo a ningún sitio, pero me entretenía y reía con ello. Ahora ha acogido un regusto entre amargo e insípido. La esencia ha cambiado, ya no es la misma.
Hay muchas cosas que han cambiado. Cosas y personas. Pero no son temas paralelos.
He atravesado tormentas peores, y si aún estoy a tiempo, trataré por todos los medios que esta también cese. Quiero ese olor a frescura que deja una tormenta veraniega tras su acabose.
Me gustan los rayos, los truenos, la lluvia. Me gustan las tormentas. Pero no en mi interior.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Hoy hace un año...

Un silencio abrumante se contemplaba en el ambiente. Una densa niebla empañaba los cristales de las ventanas, haciendo que las gotas travesaran el vidrio de un extremo a otro, deslizándose con inercia.
El rocío refrescaba las pocas hojas que restaban en las copas de los árboles. Los niños jugaban al borde de las aceras y madres paseaban con sus retoños tomados de la mano. Pero luego se encontraba ella, sentada pacientemente a la espera de algo o alguien en un viejo banco a la entrada de su morada. En sus manos sostenía un sobre. Un sobre medio resquebrajado a punto de romperse por completo.
De repente, una ligera sonrisa invadió su rostro, venía alguien. Un chico alto y esbelto se aproximaba renqueante a su pesar. La tomó de la mano y besó su mejilla con resentimiento. Una nube se interpuso de cara al sol, que hizo disminuir la poca luz que ya se apreciaba a esas altas horas de la tarde.
-Toma asiento, por favor.-Le dijo la joven clavando la mirada en su rostro.
La chica había adoptado un color pálido en su piel.
-Que alegría volver a verte. Hacía bastante tiempo que no te veía.-El muchacho la sonrió con consideración.
-Así es, casi un año ya...
El joven no sabía muy bien que decirle, por lo que prosiguió a poner su mano sobre la de la joven.
-¡Estás helada como un tempano! ¿Te encuentras bien?
Ella puso la mirada en sus ojos. Tenía una mirada totalmente vacía, no expresaba ningún sentimiento. Sus labios resplandecían ahora un color morado y con un quejido mohíno, se dispuso a responderle.
-¿No recuerdas que día es hoy? Hoy hace un año...
-¡Hoy hace un año de qué! -Gritó el chico impacientemente.
-Toma.
La joven le entregó el sobre y el quedo apesadumbrado al ver que el sobre que le entregaba estaba empapado de agua. De todas formas, lo había abierto con cuidado y se dispuso a leer:
"Hoy hace un año del accidente del lago. Hoy hace un año que perdí mi vida por una borrachera tuya. Hoy hace un año que también perdiste tu vida. Si, así es, estás muerto, y yo también. Ahora, todo el peso caerá sobre tu conciencia."
El muchacho volvió a leer la carta y soltó una risa inquietante.
"No puede ser." Se repitió varias veces.
Soltó la carta titubeante y puso especial atención en sus manos. Temblaban.
-Pero es imposible, recuerdo nuestra estancia en aquel hospital.-El joven continuaba cabizbajo.
-Eran nuestras almas, naufragando en un mundo que no era el suyo.
La voz de la joven empezó a diluirse en el viento y cuando el quiso darse cuenta, ella ya no estaba. Se había esfumado, nada podía hacer para evitar lo inevitable.
Al instante rompió a llorar y un grito de horror hizo eco en ese fantasmagórico lugar. ¡Las lágrimas atravesaban sus manos! Estaba desapareciendo, había llegado su hora, o quien sabe qué.
Una densa niebla invadió el lugar dejándolo a solas con su pecado.
El joven no tardo en desvanecerse entre la niebla, solo Dios sabe de su destino.
Jamás se supo nada mas acerca de los jóvenes. Su memoria había sido olvidada en un simple recuerdo. Pero él nunca mas olvidará el día en que acabó con su vida, su conciencia, su amor...y su alma. Hoy se cumplía un año. Hoy hace un año ya...

jueves, 23 de febrero de 2017

Un mundo de horrores y errores.

Estoy completamente lleno de errores, de fallos. Soy como un problema de matemáticas mal calculado. Como una mesa de clase, coja por una pata más corta que las demás.

No estoy seguro de lo que sucede, aunque la razón viene de otros acontecimientos recientes. Cuesta abajo y sin frenos, supongo. Caí sumido en un pozo del que llevo tratando de salir prácticamente una semana, pero ya me he dado por vencido.
Desganado me encuentro, sin alma, sin fuerza sin nada que me motive ni me anime. Creo que he vuelto a morir por dentro.

Un mar de dudas me ahoga cada día. Cada noche. Cada hora. Cada minuto. Cada segundo. No hay instante en que no tenga un solo pensamiento en mente. Un remordimiento. Un lamento. O un arrepentimiento que es lo que más sentido tiene de todo esto.

Es hora de deliberar que hacer ahora. Escudriñar todo a todo detalle a todo momento. No sé, no sé exactamente qué es lo que estoy haciendo ahora, como para saber qué hago con mi vida.

Evadirme de las personas es lo único que llevo haciendo con prudencia aunque sin estar seguro de si es la decisión correcta o no. De todos modos así lo siento.

Nunca hubiera imaginado tal incidente y por mi mollera lo único que me tortura es la dureza con las que me apuntillan en el seso unas simples palabras como: "Y que hubiera pasado si..."
¿Que hubiera pasado? Simple respuesta. Nada de esto. Estaría tan feliz, tan campante como estos últimos meses. Habría estado ante dos semanas de auténtica efusividad y diversión. De las mejores que podría haber tenido nada más este inicio de año.
Pero no. Que va. Nada de eso. La cosa habla por sí sola, de polos extremos. En mi vida no hay puntos intermedios y una vez más ha quedado dictado para sentencia está ocasión.
Estoy pasando un calvario del que cada día se me hace más largo e inútil en vez de pensar estar más cerca de salir de este suplicio. Pero en mi cabeza el tiempo no corre, no se mueve. Parece mofarse con mi sufrimiento, pero no le culpo. Demasiados trajines le he hecho pasar ya por conductas inapropiadas. De las que he aprendido al fin.

He aprendido la lección, aunque para mi opinión de una manera cruel para mi gusto. Me lo merecía, no sé. Por gilipollas.

Ahora no queda otra que esperar. Esperar a que el mar se calme. El problema de matemáticas se corrija. A que la pata de la mesa no siga coja. Esperar y palpar el tiempo con la yema de los dedos notando como pasa a una velocidad de relámpago. Aunque por ahora sólo lo hace de una manera vaga y apoteósicamente lenta. Esperar a que pase este fin de semana sin poder hacer nada por desgana ni ánimo de salir de casa. No sé. Sólo sé que no sé nada.
Vivo en mundo de horrores, y de errores. Sólo yo puedo corregirme, aunque no se si ya es un poco tarde para ello.

Esto sólo es el principio del fin.