lunes, 4 de diciembre de 2023

Cada vez se hace más complicado.

Cada vez se hace más complicado conectar con alguien que comparta contigo todas las particularidades jamás pensadas. Cada vez se hace más complicado abrirte con alguien de cualquier forma y tener la conciencia tan tranquila de saber que nunca te juzgaría, que le confiarías hasta el secreto de la vida si fuera realmente necesario. Cada vez se hace más complicado destapar tus sentimientos frente a la persona que ha conseguido encender en lo más profundo de ti algo que pensabas apagado e incinerado. Cada vez se hace más complicado quedarse.

Es la carrera de la vida. Obstaculizando tu camino, aquel al que te aferras y crees ciegamente que es el que siempre tienes que recorrer, pero no siempre es así. A veces hay que tomar atajos por zonas oscuras y frondosas para poder escapar cuanto antes de una parte del sendero que se hace cuesta arriba. Una senda fosca y lúgubre, triste ante tus ojos, seguramente, pero que al salir, al conseguir atravesarla, te darás cuenta que ha merecido la pena acotar por ese tramo. Porque al final, en la vida como en todo, existen obstáculos que son fáciles de saltar y otros más complicados. Y es irónico saber y averiguar que los más complicados son los que menos esfuerzo físico requieren. Los complicados son aquellos que tienen que ver con el corazón. Es triste desviarte del camino en el que tu corazón quiere que avances, pero a veces, por cosas de la vida, por tu propia lógica y razón, debes escuchar a tu cabeza y decidir optar por la otra alternativa.

Y sí, duele. Duele tener que abandonar el sendero que te empujaba con aire fresco en los días grises, solitarios y eternos. Duele dejar ir a una persona con la que te sentías lleno en cada segundo, minuto, hora y día en la que hablabas con ella, pero a veces y solo digo a veces, es lo "mejor" para ti. Porque en lo más recóndito de ti, a pesar de estar tratando de olvidarte de ella, eres consciente de que a su vez también estás esperándola. Esperando que algo en ella haya cambiado, que de un día para otro sin saber por qué haya cambiado de parecer y de repente os encontrarais en ese mismo punto en el que tú creías en un principio que estabais y que un día comprobaste que no era así. Esperando algo que seguramente no ocurrirá, pero donde guardarás una pequeña esperanza. Esperando una señal, una respuesta que probablemente jamás llegará.

No siempre es culpa de uno mismo, ni siquiera de la otra persona, sino del momento. Ser esa persona para uno y otro, un apoyo, una persona que es una vía de escape de tu día a día, con la que puedes hablar de lo que sea, con tus mismas aficiones, con quien ser tú, que hoy día se hace cada vez más complicado encontrar alguien con esas características. Alguien que realmente conecta contigo, con quien crees que puede iniciarse una verdadera y bonita historia y que de un día para otro todo cae como un castillo de naipes.

Y es que no todo es siempre como está planeado meticulosamente en nuestras cabezas y es por eso que yo en casos como este acepto irme. Desaparecer. No porque no quiera estar ahí, sino porque es lo mejor para mí, para estar bien.
Soy una persona que teme al fracaso, pero fracasaré por amor las veces que hagan falta, no me importa. Te buscaré, te hablaré, estaré ahí, pero no para siempre. Y cuando ya no lo haga más, será cuando por fin me habré dado cuenta de que si no puedo ser lo suficientemente bueno para alguien por el hecho de que esté en una etapa en su vida en la que aunque ella crea que yo soy una persona que puede encajar con sus ideales, no sepa lo que verdaderamente quiere ni conmigo ni con nadie. No es culpa de la persona, como comenté antes, sino del momento. Algo que no depende de mí, ni quizás de ella. Algo incontrolable. Es la incertidumbre lo que a uno lo mata del todo y por dentro y es por eso que yo acepto irme en situaciones como estas. Porque como muy bien dijo alguien una vez, siempre debes elegirte a ti por encima de todo, ya que no puedes obligar a nadie a quedarse contigo, no eres una opción, eres un privilegio.

Y rechazo tener que estar compitiendo para ganarme el corazón de alguien. Cuando alguien llama a la puerta del corazón y dejas que entre no tiene que competir con nadie ni contra nadie y si tu cabeza está llena de dudas con alguien en concreto es porque lo estás haciendo, estás compitiendo contra ti, para que esa persona se quede aunque tú estés lleno/a de dudas y eso es egoísta. Que alguien te hable con ambigüedades cuando tus palabras con ella fueron en una sola dirección no es algo que crea que uno merezca. 
Por lo tanto, piensa en que irse a tiempo es llegar temprano a otro lado y que si algo no avanza, suéltalo y avanza tú... No puedes esperar eternamente a una persona que puede vivir sin buscarte o sin tener claro que le pasa como para saber si realmente mereces una oportunidad, aunque sea de conocerla realmente. Todos tememos sufrir y hacer sufrir a gente que te importa (o que crees que es así), pero la vida es muy corta para arriesgarse tan poco. Si sale mal te acabarás levantando más fuerte que antes, siempre es así. Y si sale bien, será de las mejores decisiones que habrás tenido en la vida.

Yo siempre seré de los que se arriesguen, porque a pesar de ser una persona muy selectiva, si de verdad me he abierto contigo y te he mostrado mis miedos, mis debilidades, mis sueños, mis secretos, mis problemas más profundos, mis aficiones, mis locuras, etc., es porque te había elegido a ti. A ti de entre toda esa gente y jamás me arrepentiré de demostrar quien soy y que es lo que quiero a una persona que yo crea que merezca la pena, porque debe ser de las cosas más bonitas que haya. Aunque luego salga mal. Porque cada vez se hace más complicado encontrar a esa pieza del puzzle que encaje totalmente contigo, pero no seré yo quien deje de buscarla.


lunes, 22 de mayo de 2023

¿Y si...?

Para mí, escribir es la mejor forma de evadirme, aunque en estos últimos meses no haya sido mi manera "favorita" de hacerlo. No porque no quisiera, sino porque me daba pánico. Miedo a remover diversas emociones dentro de mí. De hecho ya lo está haciendo mientras escribo esto, pero bueno, para mí es un comienzo, ya que en estos meses no me he visto capaz de ponerme a ello.

Para mí, escribir es algo especial, como escuchar música cuando estás triste. Algo que no haces hasta que te sientes concretamente de un modo en el que casi te ves hasta obligado a coger los auriculares y sumergirte en tu mundo y ahogarte cada vez más y más en tu tristeza, en tus pensamientos. Para algunos más y para otros menos, pero al fin y al cabo, necesario, ¿verdad?

Escribir es mi refugio, mi manera de desahogo más eficaz. Es por eso que hoy estoy aquí, para refugiarme una vez más, en mis palabras. Porque ya es hora de dejar de reprimir mis sentimientos.


En esta vida, hay días que no esperas o no deseas que lleguen nunca. Pero llegan. Y no es el fin del mundo, pero sí, seguramente, el fin de una etapa donde has sido muy feliz. Hay que quedarse con eso, como se dice siempre, con los momentos felices, que son al fin y al cabo los que más abundan, pero al final, los malos son los que siempre opacan o eclipsan los buenos. Porque en esta vida, siempre sobresale lo dañino ante lo satisfactorio. Y por culpa de esos determinantes detalles, quizás, no se valora de la forma que mereciera lo que realmente importa, que es sin tapujos, lo que verdaderamente te ha hecho estar en una nube en esa etapa, lo bueno. Algo que, sin lugar a dudas, debería aplicarme en lo personal. Por lo menos a partir de ahora, si no lo hacía ya antes, que ahora soy consciente de que no.

Y es que ahora, tras un tiempo, he conseguido ver las cosas con otra perspectiva. Con más madurez. Con más claridad. Con mas rabia. Porque hay situaciones que sé que no han sido meditadas con ese temple que verdaderamente requerían por razones totalmente extraordinarias a la situación. 

He tenido meses muy duros en lo personal y he sido partícipe en el deterioro de varios vínculos personales muy pero que muy importantes, incluso vínculos muy importantes a día de hoy a pesar de no tener ningún tipo de contacto con esas personas desde hace meses. He cometido errores con gente que para mí lo eran todo y he castigado actos que ya habían sido perdonados en su debida ocasión. He estado sometido a una angustia kilométrica prácticamente desde que comenzó este dichoso año. Un año que no tiene ni comparación con el anterior, ya que este 2023 ha dado un giro de 180º en mi vida. Y no sabría deciros si para mejor o para peor, pero por lo que llevamos de año, me inclino por lo segundo. Por ahora.

Y es que creo que he perdido más de lo que he ganado tomando según que decisiones en estos pocos meses que llevamos de año, pero sigo pensando que en aquellos momentos era como yo me sentía y que era lo que necesitaba para percibir esa calma que no tenía, recuperar ese aire. Necesitaba volver a ese sosiego y que la tormenta que arrasaba de manera vehemente en mi cabeza, cesase. Y en muchas de esas ocasiones, cesó, pero de forma momentánea, como si de un huracán se tratase. Donde parece que todo está tranquilo y de buenas a primeras, otra tempestad devasta todo a su paso. Pues así es como muchas veces funciona mi cabeza, de forma engañosa, que parece que estás bien y a las semanas, la hostia que me tendría que haber llevado en aquel instante, me llega de repente. Con retraso. Como los pedidos de AliExpress.

De todas formas, todos tenemos derecho a equivocarnos o confundirnos y más en especial cuando estás con una presión, con una angustia que no permite bombear la sangre a la cabeza con claridad para pensar en frío y tomar decisiones importantes. Con esto no quiero decir que me haya confundido en tomar algunas decisiones, que tal vez, alguna haya podido ser así, sino, a la hora de bajar los brazos, rendirme y no buscar alternativas al problema para llevarlo a otra vía y solucionarlo, en vez de arrojar la toalla, cosa que no habría hecho en condiciones normales. Porque, después de todo, es lo que he hecho, tirar la toalla con algunas personas... Porque este año con toda la mierda que ensuciaba mi mente, me he precipitado en muchas elecciones con personas importantes. Y eso ya no se puede borrar aunque ambos quisiéramos y me jode que ahora vea, meses después, que podría haber actuado distinto con esa gente porque tengo la cabeza muchísimo más despejada que a principio de año. Porque muchas incógnitas que no me permitían dormir por la noche, a día de hoy, ya las tengo resueltas. Podríamos decir que me he depurado, pero... ¿a qué precio?

Como he indicado en el párrafo anterior, todos tenemos derecho a equivocarnos, pero no a trastornar a nadie con un tema que ya es pasado. Y es que soy una persona con una ética bastante definida y en mis opciones no entra esa faceta. Y es que estoy muy arraigado e identificado con una idea que la define muy bien una famosa frase: "Querer, también es saber dejar ir".

Y es que, sinceramente, estoy escribiendo esto por puro desahogo, no para conseguir un fin. Seguramente sea uno de los textos de mi 'blog' donde peor me esté expresando, pero me da igual, yo me estoy entendiendo, que es lo que realmente me interesa.

Hay tantas cosas que se me quedan en el tintero que no sabría ni por donde empezar, pero no voy a explayarme mucho más en esto. Simplemente, añadir que ojalá todas esas personas que una vez estuvieron a mi lado y que por diferentes razones las aparté de mí o las eché de mala manera por la situación delicada que ya atravesábamos o por los instantes de fragilidad que atravesaba en mi vida, o ambas, verlas sonreír de cerca o desde la distancia, que merecéis ser felices conmigo o sin mí, sobre todo. No he sido la persona que conocisteis en estos últimos meses y solo pediros perdón si me estáis leyendo, por mis actitudes y por el triste final que hemos tenido cuando seguramente todo tenía solución, pero yo me negaba a verlo. Porque al final lo más importante es la salud mental, tanto la mía, como la del resto y más si he tenido que ver en hacerles pasar una mala temporada a gente que todavía quiero. Hay días que no paro de cuestionarme. A mí y mis decisiones, pero lo hecho, hecho está. 

Ojalá, muy pronto, levantarme un día por la mañana y no preguntarme: "¿Y si...?"