Querido 2016. Hoy vengo a decirte que no has sido el mejor de todos los años, ni yo el mejor compañero de viaje. Me has defraudado notablemente, tú y muchas personas. Tú y muchas expectativas. Tú e incluso yo mismo, me he defraudado.
Ya sé que no nos hemos llevado muy bien durante estos 353 días que hemos pasado juntos, estimado compañero, y lo siento. De verdad que lo siento con toda mi alma. No he cumplido mis promesas. Aunque no fui el único.
Aunque no todo han sido malos momentos. Hemos reído, cantado, bailado... pero sobre todo llorado. Joder que si hemos llorado. Me trajiste de vuelta a mis colegas de antaño para pasar mis peores momentos. Otra vez. Bendita soledad, bendita oscuridad y bendita epifanía por ayudarme cuando nadie más lo hizo. Amigos de mi mente, diluidos en el peor rincón de mi polvorienta sesera, pero siempre sabios y fieles en mis acendrados pensamientos. Efectivos y decentes a diferencia de aquellas personas que he dejado atrás con el paso del tiempo, de los días, y de los meses.
Fuiste demasiado cruel conmigo, ¿No crees? Quizá me lo mereciera. Quién sabe ya. No seré rencoroso contigo, no soy de esos, no, no. Aunque por siempre estarás presente en mi memoria por el desastre que has causado en mi interior, el desorden y la suciedad. Causaste un efecto de resiliencia en mi subconsciente atrapándome en centenares de situaciones adversas por las que a lo largo de mi vida me he visto atrapado. Me he succionado el veneno que varias personas tóxicas y sobretodo venenosas como víboras dejaron en mi sangre. Yo mismo me encargué de ello y ¿sabes cómo? Sólo. Así es. Hice mella en mi alma, haciéndolo yo mismo, pero mereció la pena. Sé valerme por mí mismo, sin dependencia de nadie. No como otras personas que vagan pérdidas por la vida en busca de que alguien sea feliz por ellos. Triste. No hay mejor adjetivo para describirlos. Pero no te preocupes. Ya limpié el destrozo que provocaste, sin tu ayuda ni la de nadie. Ahora soy feliz, ya no sufro.
Soy feliz porque a pesar de ser uno de mis peores años, estos últimos tres meses me endeudaste haciendo aparecer en mi aburrida y decadente vida a una persona. Serendipia supongo. Un encuentro o más bien hallazgo el tuyo sin duda de lo más afortunado e inesperado cuando buscaba algo totalmente distinto. Pero ahí estabas. Por eso soy feliz, porque sin pedir nada a cambio, esta persona siempre está ahí, en las buenas pero siempre en las malas, haciéndome reír, pero también llorar de la risa. Porque me hace decir las cosas más estúpidas del mundo que sólo ella y yo comprendemos y que si cualquier otra persona viera de lo que hablamos nos tomaría por chalados. Porque es igual la hora que sea, haya clase o no que siempre va a estar dispuesta a hablar conmigo hasta el amanecer si es necesario. Porque jamás me había sentido tan unido y a la vez tan identificado con alguien. Porque nunca me había abierto de tal manera con nadie sin ningún miedo, a sabiendas de que no serías capaz de juzgarme, ni yo a ti. Porque no hay día que te tenga en mente. Porque eres lo mejor de este 2016.
Y es por esto por lo que ya no sufro, ya vale de sufrimientos. Pero antes de despedirnos, quisiera pedirte algo, querido 2016. Dile al 2017 que sea bueno conmigo, que me trate bien, que me dé lecciones útiles y me haga espabilar sobre todas las cosas importantes en la vida. Que me enseñe a ser una persona en condiciones. Pero sobre todo... pídele de mi parte que me deje ser feliz. Y que tampoco se olvide de que me ayude a seguir conservando a esta persona tan especial, por favor. Es lo mejor que tengo.
Muchas gracias por todo amigo, por lo bueno y por lo malo, que de todo se aprende. Sobretodo he aprendido a no volver a tropezar dos veces en la misma piedra ni con las mismas personas que una vez me hicieron daño. Cuídate.